No sé si fue en las enrojecidas vísceras de mi aparato digestivo o en el armario del cuarto donde las encontré. Pero lo importante es que allí estaban. Sentí que habían aguardado por mucho tiempo con la paciencia propia del que sabe esperar. Me miraban con sonrisa tímida, como de niñas perdidas en un gran supermercado a las que reclama un altavoz chillón por denuncia de la madre. Eran de color amarillo patito y estaban limpísimas. Un par de botas de lluvia.
Intenté recordar cuándo había sido la última vez que había calzado botas, probablemente en algún campamento del primario. Me di cuenta que hacía largo rato que no veía a nadie usándolas, ni siquiera a los niños ¿Es que ya nadie usa botas? Quizás esto en alguna medida ayude a entender la sociedad que tenemos. Qué sociedad se puede dar el lujo de prescindir de semejante artilugio. Pocas aspiraciones tendrá cualquier cuerpo social si prescinde sin más de este maravilloso calzado. Cierta frase que escuché a un sociólogo de segunda línea ilustra a la perfección la cuestión esta de las botas: ...“El abandono de ciertos símbolos utilitarios no trae sino consecuencias nefastas como la desidia con respecto a la idea de democracia y el socavamiento de la cultura del trabajo”...
Yo que tuve una formación más pasional que académica, agregaría : ¿Es que ya no nos interesa chapotear en las veredas sin miedo, con la impunidad de un animal en la selva?
¿No queremos correr por plazas desiertas bajo una tenue lluvia enredando nuestros pies en capas de ramas y agua barrosa mientras las gotas nos engominan el pelo?
Ensuciarnos, enchastrarnos, pisar mierda, fundirnos en la mierda, hacer mierda todo. Creo que sin las botas de lluvias nada de esto es posible.
La bota como herramienta emancipadora, como portal hacia la liberación, la visa para salir de este polígono de fuego. La bota como usina generadora de momentos bellos. Belleza sutil, como el gusto a té verde de tus besos.
Sin embargo activo el mecanismo más sencillo: tratar de olvidar todo este tema de las malditas botas de lluvia. Me fijo como va Ferro, me cocino unas salchichas y ojeo una revista. Por la ventana se filtra el tango que escucha Alberto, mi vecino medio sordo y jubilado del segundo ¿ Por qué será que no logro juntar la fuerza suficiente como para abrir el placard y sacar de una vez las botas?
Intenté recordar cuándo había sido la última vez que había calzado botas, probablemente en algún campamento del primario. Me di cuenta que hacía largo rato que no veía a nadie usándolas, ni siquiera a los niños ¿Es que ya nadie usa botas? Quizás esto en alguna medida ayude a entender la sociedad que tenemos. Qué sociedad se puede dar el lujo de prescindir de semejante artilugio. Pocas aspiraciones tendrá cualquier cuerpo social si prescinde sin más de este maravilloso calzado. Cierta frase que escuché a un sociólogo de segunda línea ilustra a la perfección la cuestión esta de las botas: ...“El abandono de ciertos símbolos utilitarios no trae sino consecuencias nefastas como la desidia con respecto a la idea de democracia y el socavamiento de la cultura del trabajo”...
Yo que tuve una formación más pasional que académica, agregaría : ¿Es que ya no nos interesa chapotear en las veredas sin miedo, con la impunidad de un animal en la selva?
¿No queremos correr por plazas desiertas bajo una tenue lluvia enredando nuestros pies en capas de ramas y agua barrosa mientras las gotas nos engominan el pelo?
Ensuciarnos, enchastrarnos, pisar mierda, fundirnos en la mierda, hacer mierda todo. Creo que sin las botas de lluvias nada de esto es posible.
La bota como herramienta emancipadora, como portal hacia la liberación, la visa para salir de este polígono de fuego. La bota como usina generadora de momentos bellos. Belleza sutil, como el gusto a té verde de tus besos.
Sin embargo activo el mecanismo más sencillo: tratar de olvidar todo este tema de las malditas botas de lluvia. Me fijo como va Ferro, me cocino unas salchichas y ojeo una revista. Por la ventana se filtra el tango que escucha Alberto, mi vecino medio sordo y jubilado del segundo ¿ Por qué será que no logro juntar la fuerza suficiente como para abrir el placard y sacar de una vez las botas?