lunes, 24 de mayo de 2010

Natación

“La natación es lo mejor que hay” se cansan de decir los giles de siempre. ¿Quiénes? Bueno los que simplemente repiten, en realidad no serían giles sino repetidores, llamemos las cosas por su nombre. “ Pasa que movés todos los músculos del cuerpo” explican con gesto adusto , como si estuvieran dando un final para recibirse de kinesiólogos.
Ponéle, que les hacés caso y decidís empezar: te anotás en un gimnasio con pileta( ahora conseguir natatorios es un bardo), armás un bolsito que te queda chico porque necesitás mil cosas y cuando lográs que el cierre cierre ( ja) arrancás.
Pero la verdad que disfrutar de la natación no es tan fácil. Lo más normal es que te parezca una mierda. Contra los pronósticos que postulan la natación como panacea, no vas a notar grandes cambios. Si tenés problemas, los vas a seguir teniendo. Sólo que más acuosos.
Si pensás un momento vas a ver que no hay video juegos de natación. Y eso que existen de todos los deportes, hasta de los más insólitos; de ping pong hay un montón, por ejemplo. Es que tiene todo para ser un embole, qué vas hacer, no se pueden generar más variantes que tocar todos los botones rápido a ver quién bracea con más ganas. ¿Pero en el fondo no son todos los video juegos medio así? Consultado al respecto, un primo de quince años dijo que la pregunta es ridícula,” una gilada ” para no distorsionar sus palabras. No le echemos la culpa al choque generacional, el pibe sabe de video juegos, si dijo que es una “gilada” tiene que ser así. Lo cierto es que estás haciendo un deporte sobre el que no hay video game, no hay chance que sea divertido.
No hay nada peor a tener una de esas antiparras en las que se filtra un poquito de agua. Posta, si te entra agua y después matás a algún viejo que está pelotudeando en el borde, pedile al juez que te reduzca la pena. Si nadó alguna vez te va a entender.
Pero en la vida a veces hay que encontrarse con alguien para que las cosas cambien. Y te baja un par de líneas: “ contá las brazadas, mirá hacia adelante, sentí el cuerpo” Probás un par de veces y va queriendo. Empezás a entender de qué se trata el asunto con esa rara satisfacción de quien está por terminar un autodefinido. Y salís cansado pero atento, con ganas de bajarte tres quilos de fideos, capaz de cagar a trompadas al gordo Valor pero con la convicción que no estaría bien hacerlo. Empieza a estar bueno nadar.
Ni que hablar de la ducha de agua caliente cuando salís: momento sublime. No podés evitar cantar, mejor dicho, te cantás todo. Y cada vez las cosas se ponen mejor. Sólo te corta un poco el mambo tener que nadar pecho después de meter varios largos de croll o que se meta en tu andarivel uno nadador ciego. Los nadadores ciegos son algo así como los egoístas del agua, tipos que no les importa nada y bracean sin tener en cuenta al otro. Eso te obliga a estar atento para que no te encajen una piña en la cara, son de lo más peligroso, te molestan todavía más que los viejos que pelotudean en el borde.
Pero te olvidás de todo cuando lográs entrar en ritmo, la mente se pone en blanco y el agua te recubre la piel como si fueras una tostada crocante a la que le ponen mermelada casera en una quinta, un sábado de sol en primavera. Cambiás el aire y el abril más noviembre de tu vida adquiere forma de vacaciones “ all inclusive ” en Punta Cana.
Está bueno nadar y además, cada uno nada en su mambo. Y nada.