Hacía
rato que no estaba un enero en Buenos Aires: se me vinieron a la cabeza
aquellos largos veranos de chico cuando pasaba tardes enteras en la casa de mis
abuelos en Vicente Lopez. El lugar no tenía pileta, jardín grande ni nada demasiado especial pero aún así servía
como bálsamo para las temperaturas que maneja Buenos en esa época del año al menos desde que yo tengo uso de razón porque los viejos dicen
que antes no era así pero en realidad los viejos dicen eso acerca de cualquier cosa.
Salgo de la Fiscalía y veo una ciudad
tranquila, con poca gente y la que está no tiene demasiadas ganas de hablar,
todo parece reducirse a un juego de postas hasta llegar a algún aire
acondicionado.
En la tele sólo pasan esos móviles con
chimentos sobre las peleas de las obras teatrales desde Mar del Plata y Villa
Carlos Paz. Admito que me tranquilizan un poco: si las vacaciones se parecen en
algo a esas entrevistas casi que me van a terminar obligando a
agradecer estar trabajando en la ciudad.
Estuve quince días en Brasil y me sentí un
poco condicionado por las últimas dos vacaciones que habían sido muy arriba.
Debe estar por cumplirse un año de aquella tarde noche cuando en Montañita
nos metimos al mar con NZ y tuvimos los
dos la percepción de que había sido la mejor metida al mar de nuestras vidas.
Lo más conmovedor de esa situación es sin embargo, el hecho de que NP que no había entrado agua y nos miraba de lejos pudo a la distancia entender
la magnitud del momento y haya hecho
todo lo posible para poder retratarlo con una fotografía. El error de haber acudido a unas chilenas de
mierda que no accedieron es tan accesorio como pintoresco y sólo perfecciona
nuestra idea de Patria Grande ( sin Chile, claro). Así, Ecuador demostró que nunca
llegás a ver tu mejor foto porque nunca
te la revelan. Pero si tenés suerte en algún momento un amigo o
quizás una novia o más aún un padre una
noche entre vinos y confesiones pueda accidentalmente dar con la misma.
No
se qué me enseñó Brasil pero tampoco creo que tenga demasiado sentido exigirle a las vacaciones que le dejen a uno algún tipo de enseñanza.
Pero sí pude disfrutar año nuevo en una remota playa muy brasilera
(llena de brasileros, códigos brasileros, barro y tanta cerveza que se
confundía con la lluvia) fue como visitar un laboratorio fotográfico que a lo
largo de la noche iba revelando fotos del año. Noche de magia, claro, pero también de “cambios de brebajes” y un
viejo amigo que acierta con el consejo “ el fernet no se adapta a Brasil, acá
es Cuba Libre”. Lo abrazo, le digo feliz año y que es la única persona que
conozco que hace chistes con salvedades. Después de eso la noche tira el salto
mortal.
Vi
muchos rastas brasileños pero con la particularidad de que una asombrosa
proporción tenían cara de boludo ( y es raro porque hasta ahora los rastas para
mí tenían en general cara de vivos) chicas argentinas de esas que no saben qué mierda hacer en
Buenos Aires y se van a trabajar a un hostel hasta que los padres les dejan de
mandar guita y casi todos los candidatos
a consejeros del PO. Aprendí a
des escamar pescados y a sacarle al calamar su bolso de tinta sin que
explote; también descubrí a Saer: “ cuando hay una persona cerca de uno, las
cosas desaparecen, y cuando los ojos de esa persona nos recorren, desaparece
también la persona y quedan solamente los ojos. Si esos ojos son los de
Esteban, hasta los ojos mismos desaparecen, y lo que queda es algo imposible de
definir”
Hacía
rato que no escribía y lo estoy disfrutando. Como cuando abrí mi casilla de
mails al regreso y me encontré con esa idea maravillosa del Toto : “ no se pueden hacer cuadros sinópticos
de la vida de las personas”.
La
última vez que me senté a escribir fue después de la feria de invierno, dos
veces por año no es tan poco siempre y
cuando sigamos haciendo política (en eso, esperemos que no algún día habrá
tiempo para la resignación literaria)
Justamente en aquella oportunidad
jugaba con la posibilidad bastante descabellada de que el kirchnerismo termine
siendo un género literario en algún stand de librerías Yenni. Tan lejos y tan
cerca.
P entre otros critica mi devoción por Brasil y
la pone en la misma bolsa que “la
complejidad del conflicto de medio oriente” pero aquí estoy de regreso, vivito y coleando
habiendo arrancado el año prematuramente. Y antes de cerrar, P., qué hay de la
devoción por Uruguay, justo hace unos días me dijeron: “desde cuándo queremos ser todos uruguayos, desde cuándo esa afición
por lumpenear en pueblitos sin luz con veladores, un frío terrorífico de noche
y hacer amistad con chicas que venden panes en canasto y charlar con pibas que se hacen las uruguayas media hora hasta
que no se aguantan más y confiesan que
son egresadas del Nicolás Avellaneda.”
En
este blog alguna vez nos planteamos en qué momento empezaba un viaje. Hoy es
día de hablar de los finales.
Aeropuerto
de Río, hago tiempo y voy al baño: estoy
tostado pero tostado de esos que se van
en cinco días. Me siento a esperar el embarque y escucho una conversación entre
dos brasileras preocupadas, un poco para
seguir haciendo tiempo y otro poco de metido.
Brasilera
1:_ las argentinas siguen siendo flaquitas o ya engordaron?
Brasilera
2:_ siguen igual, ellas son así.
B1:_
tengo miedo de no conseguir ropa, en Buenos Aires hay sólo talles pequeños.
B2:_
donde hay talles amplios en la calle Avellaneda, te tomás un taxi. Desde Recoleta
hasta ahí sale algo así como 20 reales.
Después de eso parecería que ya nada les queda
a las vacaciones. Que ese es el final.
Al
otro día entiendo que me precipité. En realidad todo se acaba cuando escucho a
mi jefa cantar “ nossa, nossa, asim voce me mata”.
2 comentarios:
Buenisimo el blosss, mi estimado Tomas. Mire Ud cuanto talento y yo sin saberlo.
Abrazo!
Muy buen blog, un abrazo
http://www.animedirecto.com/
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