Limitarse a bancarte, Manu.
Era esa la mejor manera de homenajear a la bandera en este 20 de junio.
Por eso el grupo de amigos se
juntó completo después de mucho tiempo, compramos vino fuerte y había picada.
Semicírculo entorno a la transmisión de ESPN HD, silencio expectante sólo
interrumpido por el Gordo diciendo que tu amigo Montecchia usando traje da a
travesti y el timbre con varias cajas de pizza.
El capo se la juega (tengo un
amigo que se llama “capo” de apodo): “Lebron
es como el Chino Ríos, el mejor en un contexto devaluado, no da campeón”. “El basket dejó de ser lo que era después del
Guante Gary Payton” contesta Diega y de repente los pibes sorprenden con un
conocimiento basketbolístico que había quedado oculto debajo de sus bandas de
música o posgrados.
Pero algo de razón tiene, cómo olvidar la épica de la NBA en los
noventas con la dupla Guante Gary Payton y Shaw Kemp obligando a los Bulls de
Jordan a un sexto partido en la final. Se dijo que Chicago dejó pasar el
quinto porque querían cerrar de local, lo cierto es que el MVP era para Kemp pero como los Sonics perdieron no se lo quisieron
dar.
Dirán que soy un viejo verde,
que no es mejor ahora, que sólo éramos más chicos. La NBA se veía por el cristal
del domingo a las doce de la noche en una contienda agónica entre
Paenza y mis viejos mandándome a dormir. Apagaba un ratito pero
cuando ellos se iban, volvía a prender y ese estado de vigilia hacía
más poderoso a Reggie Miller y más injusto que Stockton- Cartero
Malone no hayan conseguido un anillo. Lágrimas en la derrota de Orlando con el
triple de Sam Casell, alto respeto a la esotérica cara de Nick Van Exel.
No se me ocurría pensar que en esa locura hubiera lugar para un argentino.
Porque convengamos cuánta más literatura tiene la NBA que el torneo inicial. Esos apodos: el guante, el cartero, el chico de la luna, ni que hablar del AK 47 Kirilenko o Black Jesus Stoudmire. Acá el último bueno que tuvimos fue el “Kun” Agüero. Ahora, como dice Fabián Casas, los periodistas deportivos dejaron de pensar: si hay un Ayala le vuelven a poner el ratón.
No se me ocurría pensar que en esa locura hubiera lugar para un argentino.
Porque convengamos cuánta más literatura tiene la NBA que el torneo inicial. Esos apodos: el guante, el cartero, el chico de la luna, ni que hablar del AK 47 Kirilenko o Black Jesus Stoudmire. Acá el último bueno que tuvimos fue el “Kun” Agüero. Ahora, como dice Fabián Casas, los periodistas deportivos dejaron de pensar: si hay un Ayala le vuelven a poner el ratón.
El dueño de la franquicia no
larga el micrófono y el Chino Ríos lo mira con desdén. Después habla el
comisionado, “es como Grondona”
arriesga “capo” que tira por la borda todo el capital simbólico
basquetbolisitco con el que se había hecho durante la noche.
Finalmente, bastante
amargados apagamos la tele. Creo que lo que nos liquida es no saber
cuánto tiempo puede llegar a pasar hasta que haya otro como Manu, que nos
obligue a ejercitar la memoria, a hablar de basket, a pedir cajas de
pizza, a juntarnos. En mi caso, a escribir.
Todo lo que hiciste en esa
liga, Manu. Entraste a una galaxia que parecía impenetrable y armaste un despelote que nunca vamos a olvidar.
Gracias por tanto, Manu,
ojalá juegues una temporada más.
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