A los quince años Gus era virgen y anotaba cada
película que veía en una libreta. Registraba el
nombre del director, los actores principales y le ponía una nota que
siempre redondeaba para arriba. Disfrutaba
más del momento de calificación que de la película en sí.
Cuatro años después, le hablaría a Mara de ese hábito a la salida del Belgrano
Multiplex pensando que eso podía sumarle. No se equivocó porque terminaron de novios todo el año del
CBC, clave, porque esa relación le dio
un ejercicio sexual que no se consigue en todas partes.
Pero a los quince, Gus todavía era virgen y pensaba
que debía pasar las 207 películas vistas a un archivo de Excel teniendo en
cuenta lo esforzadamente pequeña que venía siendo su letra para entrar en las
hojas de la libreta.
Andaba parejo el tercer año del secundario de Villa
Urquiza: la mitad de los pibes habían debutado y la otra mitad todavía lo
miraba desde el banco. El número uno era
“Cheto” que no se había ganado el apodo por ir de shopping ni por estar gravado
con ganancias sino a través de la degeneración de su apellido “Edtcheto”. Pero el
pibe neutralizaba el apodo con triunfos: lucía desde primer año una zarpada barba,
daba la impresión de venir cogiendo
desde el jardín de infantes y ahora, encima se bajaba a las de quinto. En el
otro extremo estaba el Gordo Bender que con una singular capacidad para
acumular tics nerviosos, iba depositando con la sumatoria de ellos cualquier posibilidad
de garche en una galaxia más alejada.
Y en el medio
estaba el resto pero con una sostenida tendencia hacia al debut. De hecho
cuando Domi, el mejor amigo de Gus, le
contó que finalmente la había puesto con una del club, sintió que ahora sí le tocaba a él.
_ Igual es bastante putona , dijo Domi con
sinceridad.
Pero Gus ya no lo escuchaba y sentía que le habían colgado una mochila cargada de arena en la espalda.
_Fill in the gap with the words of the list, repitió
Bitch.
Bitch era la profesora particular de inglés que
preparaba a Gus y a Lucas para dar el
Advanced , exámen que viene después del First y antes que el Proficiency. Después ya no hay nada, bah ahora inventaron los grupos de conversación en
confiterías.
Bitch no era mala profesora y trataba de poner en las
clases material audiovisual para que no
sean aburridas, pero igual cuando Lucas empezó con el apodo, Gus lo bancó rápido. No podía soportar que le metiera tanta pausa a las
películas para forzarlos a hacer entre escena y escena ejercicios por escrito. Para
eso era preferible limitarse a hacer essays o letters of complaint.
Gus había decidido que las películas que veían en las clases no se anotaban en su libreta.
“Día de bitch” decía Lucas puntualmente cuando se encontraban
a las 17: 30 en la puerta del edificio que
Bitch usaba para dar las clases, “bitch (…) puta” agregaba como si hiciera
falta traducción. El lugar era un bloque
gigante ubicado en Barrancas de Belgrano, de esos que para acertar el timbre
hay que ubicar con el dedo índice primero el piso y después recién ir por la letra
del departamento en una fila que iba hasta la “k”. Esperaban hasta y treinta y
cinco abajo porque habían calculado que entre esa demora y lo que tardaba el
ascensor perdían diez minutos netos de
clase. En general andaba por ahí Candido, el encargado del edificio, un tipo al
que le costaba mucho entablar cualquier conversación sin terminar insultando._ ¿Cómo están chicos? arrancaba
siempre cordial. Pero al toque algo se le desconfiguraba y pasaba a agarrársela
con la filtración de alguna vieja que al parecer era hijadeunagranputa e imposible
de solucionar.
Un martes invernal Gus caminaba bastante preocupado las quince
cuadras que lo separaban del edificio de Bitch. Lo hacía con la mirada en el piso,
sólo despegándola para cruzar Cabildo y para
después comprar un paquete de Mogul que liquidó de a dos gomitas en menos de un
minuto. Cuando llegó, pudo ver a Lucas que había dejado su bicicleta apoyada en
la pared opuesta a la del portero
eléctrico y lo saludaba con un resignado:_ Hay bitch hoy, qué paja.
Mientras esperaban a que se hicieran y treinta y
cinco vieron cómo dos pibes de unos
veinticinco años iban probando timbres,
por lo que escuchó Gus se debatían entre el octavo “c” y el “ k”. Uno de los
dos, que andaba en remera a pesar de que
era un día para buzo mínimo se dirigió a los chicos y les preguntó: _ ¿Las
locas es el “c” o el “k”, saben? Gus que no había entendido la pregunta se quedó callado mientras que Lucas empezó a
preguntar de qué locas hablaba cuando emergió desde el hall central Candido que
abrió la puerta y los hizo pasar con cara de que los estaba esperando.
¡Locas, hay locas! gritó Lucas mientras sonreía.
¿Locas? preguntó Gus, todavía desconcertado.
_ Sí Locas, putas, prostitutas enumeró Lucas anulando cualquier posibilidad de duda.
La bicicleta de Lucas hizo que entraran apretados en
el ascensor de tal forma que no podían mirarse, pero no hacía falta, no
necesitaban cruzar miradas para saber que la re contra iban a hacer. Gus no
sabía demasiado de su compañero de inglés, le caía bien pero ni siquiera eran
amigos, los había juntado Bitch porque estaban preparando el mismo exámen. Debe
estar en la misma que yo, pensó Gus, mientras se abría la puerta del
departamento donde se daban las clases y se retiraba una alumna que rondaría
los cuarenta años.
La clase de ese día fue particularmente desordenaba.
Sumado a que los dos ella entraron dispersos,
en nada cooperó la tremenda baranda a
faso que se colaba desde el departamento de al lado. Lucas pateaba a Gus por
debajo de la mesa para señalárle que
Bitch no se había dado cuenta del olor y él trataba de contener la risa que
aunque incipiente, terminó delatándolo. La
profesora le preguntó si tanta gracia la causaba el peinado pasado de moda que
llevaba Sue, personaje del student book
con el cual estaban ejercitando. Y ahí sí, Gus estalló con una carcajada incontrolable
que incluyó lágrimas y hasta un pedido para ir al baño a lavarse la cara.
_ No podemos ir cualquier día, mirá si estamos
entrando y justo nos pesca Bitch, dijo Gus mientras se despedían en la vereda.
_ Los jueves después de nosotros viene los empresarios,
Bitch contó que hacen el intensivo. Eso nos da una hora y media para ver a las
locas y después irnos sin cruzarnos con ella. El jueves vamos, propuso Lucas.
_ ¿Hacen el intensivo, estás seguro? preguntó Gus
sorprendido ante el ataque de logísitca de su compañero.
_ Sí, sí y el intensivo dura dos horas, yo la escucho, no como otros eh, la voy a
romper en el advanced si sigo así, contestó
Lucas con cara de feliz cumpleaños mientras se subía a la bici. Se dieron la
mano y Gus emprendió la vuelta a su casa: ya era de noche y para agarrar
Echeverría tuvo que esquivar a un mendigo con frío que le pedía una colaboración.
Esa noche tuvo dos sueños: uno porno con las locas y otro paseando por los bosques de Palermo con
Sue, ella vestía un conjunto deportivo adidas todo turquesa y hablaban de
actores de cine que a ella le gustaban.
La noche
siguiente no durmió ni soñó.
El jueves de colegio fue interminable, lo carcomía la
ansiedad por lo que se venía a la tarde.
La última hora se le consumió
mirando a Cheto y pensando lo mucho que
se le notaba que cogía: se deducía de la forma en que estaba sentado, de la mirada que ponía
ante el relato de la profesora y en la forma en que dibujaba el logo de Ac Dc
sobre las fotocopias del libro de historia argentina de Luis Alberto Romero.
En su casa lo esperaba un almuerzo de milanesas y
ensaladas que apenas probó.
Se encerró en la pieza, abrió el Excel y empezó a
pasar la libreta, se prometió no parar hasta las cuatro y media que era la hora
de cambiarse y salir. Cuando por fin
llegó la hora iba por la setenta y cinco que era una cualquiera. Película:
Cálculo Mortal; director: Barbet Schroeder; actriz: Sandra Bullock, puntaje: siete.
Qué manera de regalar nota, pensó, mientras se
abrochaba el cinturón de jean y agarraba una mochila con el logo de una banda
de música apenas visible por las inscripciones en liquid paper que lo tapaban.
No hay comentarios:
Publicar un comentario