Qué añito el 2013 que me tuvo bien lejos del cine
pero volviendo a ver a Atlanta.
Forest, Corientes, dejar el auto en Darwin y en cinco
minutos ya estoy en la popular del equipo marechaliano. “señores yo soy de
Atlanta de Villa Crespo, barrio de borrachos y faloperos” Alto mantra para ir
relajándose mientras asoma la tormenta por el lado de Juan B. Justo. Los autos
del estacionamiento se van poniendo en remojo y como la hice bien, clavo piloto
de lluvia para contemplar el horizonte de la tribuna visitante, sin más público
que un puñado de inconscientes familiares y dirigentes que todavía se animan a
venir.
Estuve por ir a ver el Lobo de Wall Street en Rio de
Janeiro. Hacer la del cine de vacaciones en otra ciudad. Ya me veía en el bondi ese rumbo a la función
de las 23 en Leblón, a toda velocidad, golpeándome el estómago contra el piso,
venciendo la resistencia de un molinete insólito, agarrándome de los caños
chivados, tirando una danza rota para no caerme. La predisposición a la samba carioca
no es genética, son esos colectivos, para
sobrevivir tenés que saber bailar desde chiquito.
Pero nos cruzamos en esa Plaza de Flamengo, yo te
dije que Los Smiths eran particularmente valorados en Argentina y Brasil y fue
lo único, porque a partir de ahí, todo ella (vocé).
Al otro día leí en la playa “El Cielo Protector” de
Paul Bowles, una linda edición pero se ve que justo habían despedido al vago
que hacía las contratapas “es una novela
llena de magia y embriaguez, es la más conocida del autor y fue llevada al cine
por Bernardo Bertolucci”
Cuando volví pregunté si la película valía la pena y
Negro Bonaudo me dijo que sí, que valía, la bajé y está a la espera mientras
escucho sin parar “La La La” de Spinetta y Páez.
En “La La La”, Spinetta funciona como un garante de
Fito, custodia que no se mande grandes cagadas. Usted es bueno, jóven, tiene
unas temas bárbaros, por eso lo acompaño, le produzco el disco, meto un par de
canciones mías, canto de fondo en las suyas, porque si no, puede echar todo a
perder.
El regreso de Río de Janeiro es preocupante: me
encuentra manejando a una mano sin mirar a los costados e impostando la voz del flaco mientras Nico me
escucha. Me entusiasmo: Spinetta blindaba
a Fito, entendés, el sólo hecho de que estuviera vivo le implicaba un freno, fíjate el bajón compositivo que tuvo durante su agonía y
cómo ahora que se fue directamente no puede componer.
Nico me deja terminar y como su manera de bancar es
cambiar de tema me responde que tengo que ver la última de Lars von Trier, Nynphomaniac,
que la mire a pesar de que Télam salió a pegarle fuerte y que cómo jode que
el kirchernismo arruine esas cosas. Me
hace acordar que sí vi una película el año pasado, con él, era un documental
sobre Agustín Tosco, nos había gustado.
Cómo cuesta escribir sobre el amor de verano cuando
estamos grandes, menos mal que estamos hablando sobre los premios Oscar.
Quiero ir a buscarte a Ezeiza, llegar bien sobre la hora, tarde en
realidad, así no tengo que esperarte sentado y pensar demasiado. ¿O termino tomando esos cafés de cincuenta
mangos porque el avión tuvo un problema en la escala en Curitiba? Que sea raro
al principio pero que vayamos a cine, la que vos quieras, Lars Von Trier, el
Lobo de Wall Street, Un Argentino en Nueva York.
Cómo cuesta escribir sobre amor
cuando estamos grandes. Lo logro, de a ratos, si pongo un partido del
calcio italiano de fondo.
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