Es un día de lluvia
para renunciar,
para empezar todo de cero.
Me toca arrancarlo en Puerto Madero
esa ciudad paralela,
silenciosa,
prefabricada,
ciertamente linda.
Da culpa halagarla
porque tiene
policía especial
porque la habitan políticos corruptos
y narcotraficantes.
“Los narcos no están acá,
viven en Nordelta” , me dice la chica
de Starbucks
mientras espera a que me decida.
Le cuento que, para el poder
judicial,
están en Itatí
la ciudad de la virgen,
al norte de Corrientes.
Ahí todos se desesperan por
el Nokia mil cien
porque es el único que tiene señal en
el río
y podés laburar de avisar a los capos
que se viene el operativo policial.
Es eso
o vender rosarios a dos pesos.
Ahí se vive posta,
nada de andar sensibilizado
por la lluvia
y emocionarse con una estatua
antes del desayuno.
“¿Vas a renunciar, entonces?”,
la chica de Starbucks tiene mil pecas.
Trato de decirle que sí,
pero escucho venir mi voz,
desde la madera del local vacío,
que antes que yo
le
contesta:
"un
venti latte, por favor".
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