miércoles, 16 de abril de 2014

Debutar II




Doy con la puerta de la casa pero paso de largo caminando hasta la esquina. Ensayo media vuelta manzana cosa de no llegar ni un minuto antes. Vuelvo sobre mis pasos, siento los nervios del debut. Debutar a los 28.
Miro el timbre, es uno de esos antiguos, botón blanco grandote rodeado de una carcasa. Si    lo pienso nunca voy a entrar, intento poner la mente en blanco, escucho el ring sonando adentro, un ruidito de llaves, hola! hola! y ya estoy en el pasillo, el túnel por el cual entra un equipo chico a jugar un partido al que nunca lo invitaron.
La tercera puerta,a la izquierda. Subo la escalera caracol medio de costado porque en los escalones no caben dos pies, con la mochila voy matando la enredadera contra la pared.
Se abre una puerta de vidrio y veo dos chicas de esas que tiene el facebook lleno de fotos con pobres y pinturas. Están acostadas en el piso con las piernas apoyadas en la pared.
Qué boludo, cómo me puse tanto talco. Está esparcido pero no deja de dibujar un caminito como el de Hansel y Gretel, que lleva hacia la colchoneta que me tocó revelando mi total culpabilidad. Cero relación con el talco a lo largo de mi vida, absurdo innovar el día del debut, mejor tener olor a pata que ensuciar rodeo ajeno. Mejor tendría que haber comprado desodorante. Porque  lo que sí tengo es olor a chivo. La veo pasar, cuando dicen que hay que exhalar ya no tengo aire, me confundo izquierda con derecha, chivo más todavía y al final  hasta  me cuesta la diferencia entre codos y hombros.
Arrancar yoga fue lo más estresante que me pasó en mucho  tiempo. Ni bien salgo, llamo a ese amigo espiritual que todos tenemos (el que viajó a India) para reprocharle lo verga que es esta gimnasia. Lo engancho en pleno trance ayurbédico, me dice que tendría que ir a un lugar que es el mejor con él, le respondo en formato Sainfeld, sostengo que todos siempre tienen el mejor médico, el mejor gurú, que cómo puede ser que nadie tenga al peor habiendo tantos chantas dando vueltas. Se ríe sobriamente y cita un viejo dicho hindú “el maestro aparece cuando el alumno está preparado”
Lo mando a la concha de su hermana, arreglamos para armar un asado en casa el fin de semana, con verduras para él, claro y casi cuando está cortando agrega que el día anterior buscó en google “León Gieco careta” y le aparecieron un montón de cosas.
La semana siguiente voy munido de un paquete de esas toallitas para bebés. “Te garantizas no tener olor a pata sin el despliegue del talco”, me recomendó con precisión una compañera de trabajo con bastante yoga encima.
No tardo mucho en darme cuenta que esta vez es el temita pasa porque tomé un par de mates de más a la tarde y ando medio en situación propicia para “tres letras, fluido aeriforme” como dicen los crucigramas (gas, anota en los casilleros el tipo que los completa en el subte sin levantar una sóla vez lla mirada desde Alem a Juan Manuel de Rosas)
Cuestión de aguantar, de no relajar demasiado nunca y menos que menos en la relajación final en la que están todos callados.
El grupo es chico, están las mismas dos chicas de la vez pasada más una tercera de mediana edad. Si pudiera elegir,  firmaba un grupo de jubiladas, de esos de la Municipalidad de Vicente López que organizan viajes a las termas de agua salada en San Clemente del Tuyú. En general pego buena onda con las viejas y es aparte bastante normal que se tiren pedos.
En el asado con verduras, mi amigo espiritual asegura que para pasarla mejor hay que tener más fé en las cosas. Otro amigo agrega que no tiene nada fe en las chilenas, que son como el agua del mar de su país, parece lindo, te dan ganas de meterte pero después te cagás de frío y la pasás pésimo.
                                                                                                         
A la tercer clase re contra falto.

La cuarta ya me agarra con el otoño estricto de Buenos Aires y su cambio de clima tan elocuente, como queriendo aportar toda la seguridad jurídica que los especialistas pregonan. Me pesa el bolsillo de tantas carilinas que se fueron acumulando.
Si es difícil hacer vida normal con mocos, yoga es directamente una pesadilla. Estás muy duro, me  reprocha la profesora. “Obvio que estoy duro, para eso vengo acá” quiero responderle antes de que una cadena de estornudos deje afuera cualquier intervención semántica por un minuto largo. “Fui al centro en subte, laburé, volví en subte, no me paso el día  en este PH de  Palermo tomando te verde”, pienso que debería haberle dicho, ya en mi casa antes de irme a dormir bastante contracturado mientras intento inspirar hacia el entrecejo.
Me dejo lugar en el estómago para una cuarta y hasta quinta clase. Creo que está bien eso de  tener más fe en las cosas. En estas clases, en lo que tocamos. Atribuirle cierta responsabilidad a la sustancia.
No hace falta bajonear arroz integral sin queso rallado para poder vivir un poco mejor, sí aflojar un poco con la ironía porque que si nos pasamos de rosca hay riesgo de hiperventilación.

Y tener más fe en las cosas, porque la gran mayoría somos “carentes de recursos” como grita un viejo de la popular de Atlanta a propios y ajenos los sábados cuando cae el sol en Villa Crespo. 

viernes, 28 de febrero de 2014

Sobre los premios Oscar


Qué añito el 2013 que me tuvo bien lejos del cine pero volviendo a ver a Atlanta.
Forest, Corientes, dejar el auto en Darwin y en cinco minutos ya estoy en la popular del equipo marechaliano. “señores yo soy de Atlanta de Villa Crespo, barrio de borrachos y faloperos” Alto mantra para ir relajándose mientras asoma la tormenta por el lado de Juan B. Justo. Los autos del estacionamiento se van poniendo en remojo y como la hice bien, clavo piloto de lluvia para contemplar el horizonte de la tribuna visitante, sin más público que un puñado de inconscientes familiares y dirigentes que todavía se animan a venir.
Estuve por ir a ver el Lobo de Wall Street en Rio de Janeiro. Hacer la del cine de vacaciones en otra ciudad.  Ya me veía en el bondi ese rumbo a la función de las 23 en Leblón, a toda velocidad, golpeándome el estómago contra el piso, venciendo la resistencia de un molinete insólito, agarrándome de los caños chivados, tirando una danza rota para no caerme. La predisposición a la samba carioca no es genética, son esos colectivos, para  sobrevivir tenés que saber bailar desde chiquito.
Pero nos cruzamos en esa Plaza de Flamengo, yo te dije que Los Smiths eran particularmente valorados en Argentina y Brasil y fue lo único, porque a partir de ahí, todo ella (vocé).
Al otro día leí en la playa “El Cielo Protector” de Paul Bowles, una linda edición pero se ve que justo habían despedido al vago que hacía las contratapas “es una novela llena de magia y embriaguez, es la más conocida del autor y fue llevada al cine por Bernardo Bertolucci”
Cuando volví pregunté si la película valía la pena y Negro Bonaudo me dijo que sí, que valía, la bajé y está a la espera mientras escucho sin parar “La La La” de Spinetta y Páez.



En “La La La”, Spinetta funciona como un garante de Fito, custodia que no se mande grandes cagadas. Usted es bueno, jóven, tiene unas temas bárbaros, por eso lo acompaño, le produzco el disco, meto un par de canciones mías, canto de fondo en las suyas, porque si no, puede echar todo a perder.
El regreso de Río de Janeiro es preocupante: me encuentra manejando a una mano sin mirar a los costados e  impostando la voz del flaco mientras Nico me escucha. Me entusiasmo: Spinetta  blindaba a Fito, entendés, el sólo hecho de que estuviera vivo le implicaba un freno,  fíjate el  bajón compositivo que tuvo durante su agonía y cómo ahora que se fue directamente no puede componer.
Nico me deja terminar y como su manera de bancar es cambiar de tema me responde que tengo que ver la última de Lars von Trier, Nynphomaniac, que la mire a pesar de que Télam salió a pegarle fuerte y que cómo jode que el  kirchernismo arruine esas cosas.  Me  hace acordar que sí vi una película el año pasado, con él, era un documental sobre Agustín Tosco, nos había gustado.
Cómo cuesta escribir sobre el amor de verano cuando estamos grandes, menos mal que estamos hablando sobre los premios Oscar.
Quiero ir a buscarte a Ezeiza, llegar bien sobre la hora, tarde en realidad, así no tengo que esperarte sentado y pensar demasiado.  ¿O termino tomando esos cafés de cincuenta mangos porque el avión tuvo un problema en la escala en Curitiba? Que sea raro al principio pero que vayamos a cine, la que vos quieras, Lars Von Trier, el Lobo de Wall Street, Un Argentino en Nueva York.
Cómo cuesta escribir sobre  amor  cuando estamos grandes. Lo logro, de a ratos, si pongo un partido del calcio italiano  de fondo.



sábado, 4 de enero de 2014

Para Orgía de Egresados


http://orgiadeprimavera.tumblr.com/

Todo pasó rapidísimo desde el final de la secundaria hasta hoy que llega el evento de facebook  para organizar el reencuentro de los diez años.
Cinco a cuatro le gané al “Pollo” durante la fiesta de egresados en el “a ver quién se transa más minas”. Él siempre dijo que el partido salió al revés. En realidad ganamos los dos porque esa competencia final nos hacía olvidar del cagazo que teníamos de arrancar la vida en serio.
Repudiable el C.B.C. porque me tocó cursar los sábados al mediodía impregnado de olor a torta paraguaya que venía de la estación de tren. Hace poco me enteré que para la gente que viene del interior, las amistades que se generan ese año son importantes, las que quedan para toda la vida. Aquel dos mil cuatro casi se me va habiendo perdido a un amigo que tengo desde el jardín de infantes.
A los veinticinco arrancás con el tema récords, como tener un año entero malo, y los quilombos ganan estabilidad. Después, cada uno tiene su método a la hora de excretar la última cuota de sentimiento adolescente: el recital del que vengo recién tiene pinta de ser el mío.
Por suerte Toto, “un amigo de la facu” tiene esa linda idea de que no se pueden hacer cuadros sinópticos con la vida de las personas. Suficiente para celebrar y refutarme. También está bueno soñar algo copado de noche porque si bien no implica que eso se vaya a hacer realidad sí quiere decir que existe en alguna parte.
Vengo de ver una banda de reggae brasilera en el Vorterix de Lacroze y Álvarez Thomas, el mismo lugar donde le gané cinco a cuatro al “Pollo” en la fiesta de egresados. En ese momento se llamaba El Teatro, como si no hubiéramos sabido en ese momento que arrancaba la función.