lunes, 31 de diciembre de 2007

La noche buena en la que Papa Noel se hartó

Llegó una noche buena en la que Papá Noel se hartó.
Como cada año inició el recorrido a eso de las ocho de la noche. Eran casi cuatro horas de andar caminando la ciudad repartiendo regalos. Resultaba ser un trabajo agotador, sobre todo la parte de saltar las verjas de las casas o trepar hasta los balcones de los rascacielos.
Aquel año le había tocado una zona céntrica repleta de altos edificios con múltiples departamentos lo que tornaba la labor mucho más dificultosa. Todos los Papás Noeles preferían las zonas alejadas del centro ya que en ellas sólo había casas bajas y la tarea era mucho más amena y descansada. Si bien hacía unos años el sindicato había acordado una comisión extra por edificio de más de 10 pisos, la suma no alcanzaba a justificar semejante desgaste.
Sospechó que le había tocado una zona tan difícil como una suerte de reprimenda por lo ocurrido en la navidad anterior. Aquella vez había cometido el error de aceptar las copas de sidra que le ofrecían en las distintas casas y a eso de las once y media su borrachera ya era manifiesta.
Lo grave fue que mientras le obsequiaba un par de medias a una viejita que festejaba en soledad, se quedó dormido en el sillón que la anciana le había ofrecido para que brindase con ella. Despertó pasadas las doce, llegando tarde a la entrega de regalos de los hijos de un poderoso diputado. El hombre estaba totalmente enfurecido y prometió accionar sus contactos para que le quitasen la matricula de Papá Noel. Sin embargo, una carta de disculpa para el diputado firmada por el secretario general del sindicato que era amigo suyo había servido para evitar la desafiliación. Seguramente tamaña falta de diligencia explicaba que le haya tocado la zona céntrica y no la de los verdes boulevares en las afueras de la ciudad como años anteriores.
En la navidad en la que Papá Noel se hartó hacía un calor de muerte.
Comenzó a irritarse a mitad de camino. No sólo transpiraba sin cesar sino que la humedad llevaba a que sus rodillas artrósicas comenzaran a quejarse.
A las once, la incomodidad había crecido ya que le picaba la cara y eso le molestaba de sobremanera. Podía sentir como sus cachetes se cubrían de filosas ronchas que seguramente respondían a algún tipo de reacción alérgica causada por la barba postiza. Se arrepintió de no haberse colocado la crema sugerida en el manual de instrucciones que se le entrega a los Papas Noeles en las asambleas anuales a inicio de cada diciembre( no es más que un decálogo detallado con instrucciones precisas sobre como oficiar de Papa Noel y qué cuidados tener).
Cerca de las doce menos cuarto le quedaban tan sólo dos edificios pero estaba al borde de sus fuerzas. Con la poca fuerza que le quedaba consiguió subir al último departamento del anteúltimo edificio. Era uno viejo, bastante venido a menos y resultaba sumamente peligroso anudarse a la reja del balcón para lograr saltarla.
Cuando por fin consiguió entrar, fue recibido por el llanto de una legión de niños que no superaban los cinco años. Dedujo que parte del ejercito había estado llorando toda la noche, esto se infería por sus ojeras coloradas de tantas lágrimas; el resto en cambio, parecía haberse visto estimulado a imitar dicho comportamiento, quizás asustados por la intempestiva aparición de Papá Noel. Los padres trataban de calmarlos explicándoles que ese no era un monstruo, sino el amable hombre que repartía los regalos. Detrás de ellos un grupo de jóvenes que seguramente eran hijos y sobrinos tomaban alcohol sin el menor interés en Papa Noel y los niños.
El ambiente estaba espeso, transpirado y oloroso, el llanto de los niños no tardó en transformarse en aullido y los padres adquirieron la forma de un abominable monstruo bicéfalo.
El calor lo apresaba cada vez más y con un hilo de voz pidió a los de la mesa que le alcancen un vaso de agua. Sin embargo, ninguno de ellos parecía percatarse ni de su pedido ni de su presencia.
Papa Noel se sintió de repente al borde la asfixia. Era menester quitarse ese traje de inmediato si no quería morir ahogado. Empezó a sacárselo pero no tenía fuerzas, la cabeza le temblaba y los músculos no le respondían. A esa altura los niños seguían aullando pero el monstruo bicéfalo los había tomado con sus garras y golpeaba sus espaldas con un mosquitero color celeste.
Lentamente el aullido de los niños se hizo imperceptible y fue mutando en un sonido agudo intermitente que decantaba en un suave villancico. La melodía le hizo reaccionar. Se dirigió hacia la mesa, empujó a uno de los comensales y agarró un cuchillo que descansaba sobre el pan dulce. Acto seguido, lo empuñó con firmeza y se hizo un tajo en el traje para luego arrancarlo con dos hábiles manotazos.
Ahora sí, fresco y lúcido, miró con firmeza al monstruo bicéfalo que salía de uno de los cuartos tras encerrar a los niños allí. Decidió en una fracción de segundo: hizo una leve marcha atrás para tomar impulso y con fuerza bestial clavó el cuchillo en el vientre del monstruo que lanzó un lacónico alarido antes de caer en el piso alfombrado.
Había dado un golpe certero, una cuchillada de muerte. La noche buena concluía. Por fin Papá Noel había hecho su trabajo

sábado, 22 de diciembre de 2007

Un florista profesional

Cuando evoco mi infancia y adolescencia surge con necesidad imperativa la figura del rengo García.
El rengo fue uno de los últimos floristas profesionales del barrio de Barracas. El tipo sabía como si hubiese ido a la facultad. Se decía que tanto conocimiento había sido adquirido por medio de un tío que vivió en el Amazonas; otra corriente se inclinaba por afirmar que había aprendido mucho de otro florista que tenía un puesto en la calle Punta Arenas y San Martín, en el barrio de la Paternal.
Lo cierto es que conocía mil variedades de flores y plantas: dónde crecían, cómo había que cuidarlas y qué historias había que contarles para mantenerlas alegres. Y no es que anduviese exhibiendo u ostentando todo saber, había que exprimirlo bastante para que te cuente los secretos de las flores. Mi vieja había estado meses para que el renguito accediera a contarle todo el asunto de las “Drosera Capensis”, una especie de planta carnívora.
Su humilde puesto estaba ubicado a un costado de la calle Montes de Oca, casi en la esquina llegando a California. García siempre lucía elegante y emanaba una aureola finamente acicalada. Sus camisas blancas con corbatas negras o verdes, verde madreselva según él y sus perennes mocasines completaban una personalidad que lo había constituido en uno de los ejes del barrio.
Algunas voces se animaban a vaticinar que una eventual partida del rengo hacia otra zona, significaría el fin de Barracas. Y no eran opiniones sin fundamentos: era bien recordada la feroz inundación de marzo del 55 coincidente con la ausencia del rengo que esa semana estaba en Colonia de Sacramento enterrando a un primo que había sido arrollado por un tren.
El rengo era muy gracioso, narrador conspicuo de chistes de gallegos y cebador popular de mates. Se había ganado el afecto de todo el barrio y su simpatía se extendía aún entre los curas y los inspectores municipales.
Andaba de buen humor, siempre con un buen piropo a mano para contentar tanto a bellas señoritas que andaban de paso como a las históricas solteronas de la cuadra. Vaya a saber uno si estas almas no se habrían suicidado de no contar con las diarias caricias retóricas del rengo García.
El renguito era quien nos daba a los muchachos del barrio el certificado de adultez. A eso de los doce o trece, dependiendo de cómo venía uno, el rengo te llevaba una noche a jugar al billar y a tomar cerveza. El hecho constituía todo un rito iniciático y marcaba un verdadero antes-y-después en la vida de quien atravesaba dicho acontecimiento.
Es el día de hoy que se me pone la piel de gallina cuando me acuerdo de la vez que me tocó a mí
El rengo me avisó el domingo a la salida de misa que el martes siguiente sería mi turno. Yo estaba hablando en las escalerillas con Rosario, una compañerita del colegio, sin animarme a expresarle mi amor, cuando García apoyó su mano en mi espalda y me llevó hacia un costado para decirme que el martes lo pasase a buscar a las nueve en punto por el puesto. Esa noche dormí poco y en la de lunes me fue directamente imposible conciliar el sueño.
Si bien no me acuerdo de aquel día en su totalidad, hay escenas de aquel suceso trascendental que resultan nítidas y han resistido firmes al paso de los años.
Recuerdo cinematográficamente el ambiente: era época de alguna dictadura militar poco elegante y la policía entraba en los bares buscando gente; aquella noche no fue la excepción. El rengo diciendo:_ al pendejo no lo jodan que está conmigo! Aquella frase congelada saliendo de su boca y la tranquilidad que me dio porque yo estaba cagado, re cagado, para ser sincero. Me imaginaba la cara de mi viejo cuando la llamasen de la comisaría diciendo que me habían detenido en el bar de los borrachos de Lezama y la paliza que con toda justicia me encajaría después.
Los policías se llevaron a un par de borrachos a las patadas, uno de los uniformados se despidió haciéndole al rengo un encargo de flores para un casamiento y a mí ni me miraron.
Al otro día me sentía distinto, grande y hasta forzudo. Después del colegio, ayudé al viejo un rato en la sastrería y cuando me echó flit, pasé por lo de Rosario y me animé a tocarle el timbre. Mi primer beso fue entonces la tarde posterior a la ceremonia iniciática junto al rengo. Al Rengo García, uno de los últimos floristas profesionales en todo el barrio de Barracas.

martes, 11 de diciembre de 2007

Una muerte a lo Lisandro de la Torre

Es martes, llueve mucho y no tiene trabajo. A su criterio no es el mejor día para suicidarse.
Camus dice que quien ha pensado en la vida ha analizado las formas de suicidarse. Él( no Camus sino nuestro personaje) siempre fue de los que dicen preferir una muerte con mucha luz, a sol radiante. Una muerte más al estilo Lisandro de la Torre quien interrumpió su vida en una coloreada tarde de enero.
Sin embargo para morir a lo de la Torre no le alcanza con suicidarse una tarde de verano, para que su muerte tenga algo de aquel estilo, debería nuestro hombre por lo menos apreciar la vida. Pero en cambio la desprecia profundamente, le parece la más repulsiva invención de todos los tiempos.
_” La vida es una porquería” se cansaron de escuchar en conversaciones de sucias pizzerías los amigos ocasionales que supo tener.
Sumergido, ahogado en esta percepción, la diferencia entre morir y vivir se le torna difusa: quitarle ese peso específico al vivir al menos desdramatiza el final. Claro que también vacía la vida misma de ese sabroso néctar que tan bien puede degustar quien ha sabido aprovecharla.
Le agrada la idea de dejar sobre la mesa de la cocina una señal, algo para recibir a quien sea el indicado para forzar la puerta de su casa y encontrarlo muerto. Posiblemente será el portero alertado por el nauseabundo olor a carne humana, o los vecinos, o quizás Ana. Ojalá que sea Ana.
Le divierte la idea de dejar algún tipo de enigma indescifrable pero no se le ocurre nada demasiado misterioso. Opta por escribir unas líneas en prosa, pero también le resulta complicado. Es difícil escribir sobre la muerte, tantos han ya escrito sobre la muerte. Trata de concentrarse pero es en vano, no puede dejar de pensar en la siguiente imagen: una pila de libros sobre la muerte adentro de un inodoro y él tirando una y otra vez infructuosamente la cadena para que ellos desaparezcan entre las fuerzas centrífugas del agua. Pero no lo consigue: son muchos y grandes volúmenes, la mayoría tienen tapa dura y no logran abrirse pase por el agujero que resulta demasiado pequeño.
Resuelve entonces no dejar ni enigma ni escrito en prosa.
Escapar a los lugares comunes siempre fue su obsesión y hoy en la antesala del fin odia hacerlo mediante el trillado recurso del suicidio. Vaya clishé, vaya poca elegancia. Pero sigue siendo martes, llueve mucho y no tiene trabajo. Mira el pronóstico en la tele, donde un conductor con cara de albóndiga dice que el tiempo mejorará para el jueves. No le quedan demasiadas otras alternativas que esperar. Esperar recién hasta el jueves para vaciar el revolver sobre su estómago. Para morir más a lo Lisandro de la Torre.




martes, 27 de noviembre de 2007

Botas de lluvia


No sé si fue en las enrojecidas vísceras de mi aparato digestivo o en el armario del cuarto donde las encontré. Pero lo importante es que allí estaban. Sentí que habían aguardado por mucho tiempo con la paciencia propia del que sabe esperar. Me miraban con sonrisa tímida, como de niñas perdidas en un gran supermercado a las que reclama un altavoz chillón por denuncia de la madre. Eran de color amarillo patito y estaban limpísimas. Un par de botas de lluvia.
Intenté recordar cuándo había sido la última vez que había calzado botas, probablemente en algún campamento del primario. Me di cuenta que hacía largo rato que no veía a nadie usándolas, ni siquiera a los niños ¿Es que ya nadie usa botas? Quizás esto en alguna medida ayude a entender la sociedad que tenemos. Qué sociedad se puede dar el lujo de prescindir de semejante artilugio. Pocas aspiraciones tendrá cualquier cuerpo social si prescinde sin más de este maravilloso calzado. Cierta frase que escuché a un sociólogo de segunda línea ilustra a la perfección la cuestión esta de las botas: ...“El abandono de ciertos símbolos utilitarios no trae sino consecuencias nefastas como la desidia con respecto a la idea de democracia y el socavamiento de la cultura del trabajo”...
Yo que tuve una formación más pasional que académica, agregaría : ¿Es que ya no nos interesa chapotear en las veredas sin miedo, con la impunidad de un animal en la selva?
¿No queremos correr por plazas desiertas bajo una tenue lluvia enredando nuestros pies en capas de ramas y agua barrosa mientras las gotas nos engominan el pelo?
Ensuciarnos, enchastrarnos, pisar mierda, fundirnos en la mierda, hacer mierda todo. Creo que sin las botas de lluvias nada de esto es posible.
La bota como herramienta emancipadora, como portal hacia la liberación, la visa para salir de este polígono de fuego. La bota como usina generadora de momentos bellos. Belleza sutil, como el gusto a té verde de tus besos.
Sin embargo activo el mecanismo más sencillo: tratar de olvidar todo este tema de las malditas botas de lluvia. Me fijo como va Ferro, me cocino unas salchichas y ojeo una revista. Por la ventana se filtra el tango que escucha Alberto, mi vecino medio sordo y jubilado del segundo ¿ Por qué será que no logro juntar la fuerza suficiente como para abrir el placard y sacar de una vez las botas?

sábado, 10 de noviembre de 2007

Si no hay derecho hay VENDETTA

N° 2 de Vendetta, la revista jurídico-política de NBI.
Notas con Nicolás Casullo, Cancado Trindade, Oscar Correas, Bruzzone, Recalde, HIJOS, Perel entre otros.

La presentamos el lunes 12/11 a las 19:30 en el salón Auditorio de la Facultad de Derecho. Hablan: Taty Almeyda, Mario Kestelboim, Ojea Quintana y Jorge Dorio.

Si les interesa la revista me la piden y se las alcanzo
(5 pe). Está muy muy buena y tiene mucho laburo encima.
La idea es hacer llegar un discurso contrahegmónico del Derecho

lunes, 29 de octubre de 2007

Milk

Los minutos y su discreto transcurrir.
El silencio sólo cede ante la frenada de algún colectivo o las caídas de mi gata ya vieja.
La hoja sigue en blanco.
Una noche como la de hoy sólo deja margen para las ganas de no estar.
El vaso de leche con hielo que permanece intacto
El olor a calefacción que enfría mi alma.

Me dices que inventaremos algo juntos, algo distinto.
Pero yo ya conozco de cosas especiales que terminan siendo pueriles:
Uniones mentales, lazos espirituales, búsquedas metafísicas...
Hay momentos en los que preferiría ser motoquero o peón de estancia.

Quizás debería haberme quedado con la loca de Praga. Casarme y conseguir la doble ciudadanía. Tomar clases de checo y entrar en uno de esos planes del gobierno para extranjeros residentes. Te dan un trabajo decente y seguro social. Hasta me hubiera quedado tiempo libre para escribir. Luego recorrer parte de Europa, con el tren es fácil y rápido: Florencia, Atenas y Madrid en tan sólo un par de semanas.

Ver las fotos, escuchar aquellas canciones , no lo puedo evitar.
Cabo mi fosa y le echo querosén. Acaso alguien me lo puede reprochar?
Voy a buscar más hielo para la leche sólo como para hacer algo. Sé que nunca la voy a tomar.
Me entristece pensar cuántas noches como ésta me esperan.
Como me gustaría que me rasques la espalda o me hagas masajes.

Salgo a la calle a tomar aire. Después de años empiezo a llorar. Primero lo hago lenta y solapadamente. Tras unos minutos estalla el llanto y mi cara es un festival de lágrimas fuera de control. Me tiro en la vereda cerca de la esquina y empiezo a patalear, grito, insulto, me golpeo y sigo llorando. Percibo que alguna gente que camina por allí aminora el paso o se detiene para no perderse la escena. Pero no me importa y empiezo a dar vueltas carnero, la espalda me duele y me golpeo la cabeza una y otra vez, siento como las lágrimas de mi cara se entremezclan con la transpiración. Alguien intercede, me quiere detener y lo hace con fuerza pero no lo logra. Sigo dando vueltas y más vueltas hasta que me mareo, me mareo tanto que me desmayo: me quedo tirado inmóvil largo rato.
Cuando por fin logro levantarme veo mis piernas todas raspadas y un grupito de personas que me mira pero rápidamente se dispersa cuando me pongo de pie y las insulto.
Siento todo el peso del cuerpo que me duele.
Trato de caminar normalmente pero lo hago en zigzag como si estuviera borracho.
Ahora no estoy triste, no tengo ganas de escribir y la espalda me molesta terriblemente, tanto que ni siquiera me gustaría que me hagas masajes. Ahora ya no me preocupa que estés lejos, no te extraño, no te reclamo, no te pido nada más.
Hay momentos en los que preferiría ser motoquero o peón de estancia. O marionetista.

martes, 16 de octubre de 2007

Carta al hermano que vendrá


A mi futuro ladero y compañero de vida:

Hermano mío , que como yo no eres fruto del deseo sino de la desidia, a vos te quiero escribir.
Tristán han de llamarte madre y padre pero yo me ocuparé de que el resto te conozca como Thales, Thales de Mileto: sonoridad impecable.
A tu cuerpito huesudo que apenas se mueve en la cuna y a tu alma aún límpida le dirijo estas frases. A vos querido mío, que junto a mí sufrirás la impotencia de ser maltratado más de la cuenta cuando la cosecha sea magra. Que sentirás la impotencia cuando más por cansancio que por torpeza rompas una rueda del carro de padre.
Sin embargo, no sufrirás la soledad propia de la desatención cuando los picos de fiebre no te dejen dormir y por ser la época de siembra tu madre ya haya partido hacia el otro lado del valle. Pero tu suerte no correrá el riesgo que sufrió la mía. Porque precisamente allí estaré yo, amado mío, colocándote fríos paños de agua sobre tu frente plagada de coloridas pecas.
Te escribo, hermano querido, porque pienso lo mucho que me hubiera servido a mí tener alguien por delante que me explique retazos del vivir. Que me prevenga acerca de cómo el sol azota nuestras espaldas en la curtiembre y la luna nos llena de ese agua interna a la que llaman melancolía. Acerca de por qué padre vuelve por las noches cabizbajo, agresivo y con fuerte aliento.
No tienes una idea de cómo hubiera deseado yo un hermano, padrino o amigo que me enseñe a rotar el cultivo del arroz y me sirva jugo de limón en verano.
¡Yo seré bueno contigo, pequeño crío de nariz aguileña y ojos helénicos! Seré el primero en explicarte cómo colocar la caña en el barro en invierno para que florezca en primavera. Te protegeré durante el arduo pero reconfortante trabajo de todos los días. Disfrutaremos por igual aquellos grandes almuerzos de enteras cacerolas con pollo y arroz acompañados de coloreadas verduras. También habremos de soportar las más difíciles noches, hermano mío, noches frías de alma golpeada que se contenta con la poca mandioca que les sobró a los primos. Pero créeme que te servirá. Comer después de conocer el hambre sabe distinto. Es parecido a ser besado en la oreja por la mujer que amas y tu sí que entenderás de amores, mi querido Thales. Thales de Mileto: sonoridad impecable.
Ya te contaré del odio escondido entre las frazadas polvorientas de madre y padre, de cómo un sapo puede ser útil para combatir la plaga de los cascarudos y como ofrendar a la pachamama en su justa medida para no ofenderla como suelen hacerlo los campesinos analfabetos con homenajes ridículos.
Una vez que padre muera, seré yo quien me encargue del rancho, lo convertiré en estancia y luego la comarca será nuestra. Y en ese momento, oh hermano mío, dejaré que puedas compensarme por lo brindado. Será sólo entonces cuando cabalgaremos a la par por las verdes praderas. Serás mi sexto sentido y mi protector, hablarás con los campesinos y también con las víboras. No te preocupes, podrás manejarlo ya habrás comprendido para aquel momento el arte de la persuasión conservando siempre el respeto y los buenos modales.
Por ello hermano, te escribo estas líneas, para que sepas que nunca permitiré mientras yo viva en esta comarca que algo te lastime. Por ello, bendita alma gemela, es porque te escribo.
Además de porque disfruto al escribir, mi querido Thales. Thales de Mileto: sonoridad impecable.

domingo, 7 de octubre de 2007

Viaje diplomático


Hay pocas cosas peores que tomar un avión con fiebre. Con mucha fiebre. 39 grados.
Cuando se está obligado a volar en esas circunstancias físicas, el avión en sí mismo se vuelve un mundo tortuoso e indescifrable
Si a ello le sumamos que el hombre viaja a Líbano en una misión tan irrealizable como intrascendente, la cosa se pone cada vez peor. El asunto asume un cariz aún más desesperante tras un par de turbulencias. Por otra parte, viajar en compañía de un contingente de cuarenta adolescentes excitados tampoco ayuda demasiado. La amarga sensación de que el final de la historia está ya escrito completa un panorama poco alentador.
El funcionario mira por la ventanilla y alcanza a ver parte de la estructura del avión cuando titilan las luces. Esto ocurre en intervalos de cinco segundos. Durante ese instante también es posible ver las estrellas. Supone que si no estuviese tan enfermo sabría apreciar aquel momento.
Está abstraído, juega a sintetizar su misión en una frase y cree lograrlo: “ básicamente todo depende de cómo logre plantearle la cuestión al embajador.”
Quizás la pastilla esté comenzando a actuar, el cuerpo le duele cada vez menos y ya no siente constantes escalofríos. El cansancio farmacológico empieza a vencerlo, los ojos se le cierran. Un sueño inquietante, en la antesala de la pesadilla: una ruta interminable y un auto, no hay paisaje, por las ventanillas tan sólo se ve un telón blanco, como un tejido a base de leche materna. Aunque quiere observarlo fijamente no lo logra porque la cabeza no le responde, no puede girarla. Pero la leche materna sabe bien.
Despierta sobresaltado: el contingente de adolescentes canta enfervorizado. El cuello le duele mucho, vaya a saber cuánto tiempo estuvo durmiendo en esa posición tan ridícula.
Se quejará al ministro por este vuelo, es inaceptable que un delegado del gobierno viaje en esas condiciones. Pero rápidamente se cuestiona si estando bien de salud, el vuelo le parecería tan martirizador. Se siente atontado por la fiebre y descubre que los ruidos resuenan distinto a lo habitual, como con efecto reverberante. Le parece una sensación interesante y decide escribirla en una libretita. Es más, lo comentará con el Dr Sarraguez al regreso del viaje, si es que regresa, claro. Asumir la posibilidad de la muerte por más pequeña que sea es también la esencia de este periplo. Ya es hora de dejar de hacerse el distraido.
Es cierto que las garantías internacionales están dadas y el protocolo de confidencialidad está aprobado por reunión conjunta de los gabinetes de ambos países. Pero siempre está la posibilidad de que la información caiga en manos equivocadas, mucho más en tiempos de guerra como los que asoman.
En el famoso caso del ingeniero inglés estaban dadas las mismas garantías y el final es conocido por todos. Es cierto que aquel caso tuvo otros agregados como la intervención de la guerrilla separatista aplicando por primera vez la política de tomar rehenes civiles. De todas maneras fue una clara demostración de la poca capacidad de articular que tienen los organismos internacionales en países que no suscriben a los pactos. Siente un escalofrío en la planta del pie.
Aparte el ingeniero inglés estaba un poco loco. Mucho se habló de su esoterismo adquirido cuando habitó junto a tribus aborígenes en el sur de Níger. Su caso era sustancialmente distinto al del ingeniero. No quedaban dudas de eso. Aún así la muerte acechaba como una rata en busca de restos de comida.
Se percató de que su cuerpo estaba enteramente transpirado. En media hora el avión haría escala en Madrid. Tan sólo cinco horas después llegará a su destino final

domingo, 23 de septiembre de 2007

Revolución

La revolución no escoge sus caminos: hizo sus primeros pasos hacia la victoria bajo el vientre del caballo de un cosaco.(L Trotsky)

NBI ELECCIONES 2007-VIDEO-

"si el presente es lucha el futuro es nuestro"

http://www.nbi.org.ar/plat/video.html

domingo, 16 de septiembre de 2007

Enfermo


Las capas de papel de aluminio se despegan lentamente.
(Un termómetro)
Cientos de tizas dibujan deformes triángulos sobre pizarrones que alguna vez fueron negros.
(Vaso de agua ya tibio)
Uñas crecidas se liman contra la pared.
(Algodones manchados con sangre)
La boca seca y pastosa. Los pies que transpiran sin cesar

Las persianas bajas. Se filtra un haz de luz por debajo de la puerta.
Hace fuerza para destaparse pero no lo consigue. Las manos le tiemblan.
El teléfono descolgado produce un intermitente sonido agudo.
Se toca la entrepierna. Hierve.

El aire de la habitación esta viciado. Huele a enfermo. Huele a enfermo que no se recupera.
El sorpresivo dolor de caer contra el piso. Se siente mejor al apoyar la cabeza contra el mármol frío.
Ir a visitar a la tía Mirta, devolver el dinero de la refacción, empezar terapia.
Pero la fiebre no entiende de promesas ni exige ofrendas.

Lo sorprende un escalofrío en el pie. Siente cómo se le arquea espasmódicamente la espalda.
Alcanza a escuchar los gritos de su vecino que se pelea con su mujer.
Recuerda que la canilla de la cocina está rota. Debe estar goteando.
Imagina cada gota saliendo intacta y desarmándose al chocar contra la pileta.

Se pregunta cómo pueden existir palabras tan ridículas como”azafata”, “ñoqui” y “cutícula”




jueves, 6 de septiembre de 2007

Sentido


En la triste mañana del modesto bar, una pareja de treintañeros lee revistas de moda y cada tanto realiza un comentario sobre aquel vestido o ese famoso. Dos profesoras universitarias preparan una clase. Un señor que se está quedando pelado lee el diario. Otro señor bebe abstraídamente un cortado.
Yo dejo que mi café con leche se entibie hasta volverse un brebaje asqueroso. De a ratos hojeo un libro sobre un joven que quiere ser escritor pero no logro concentrarme. Prefiero contemplar lo que se ve a través de la puerta vidriada. No es demasiado: una ciudad que oscila entre el gris y el ocre, gente que camina con bufanda, guantes y gorro, una leve pero perseverante llovizna.
Por momentos giro la cabeza y creo reconocer algún gesto tuyo en el señor que se sienta en la mesa de al lado, en el tipo que se está quedando pelado mientras lee el diario. Vuelvo a perder la mirada a través de la puerta de vidrio.
Yo no soy de esos que exageran sus problemas, simplemente no es mi estilo, por eso me asusta tanto pensar que esta ciudad sin vos no tiene ya ningún sentido. De ninguna manera quiero que creas que esto es parte de una estrategia para que regreses, por favor no lo tomes a mal, nunca caería tan bajo.
Tampoco es una opción ir detrás tuyo persiguiéndote como un loco, estoy seguro que si algún día decidís regresar no será porque fui en tu búsqueda.
En una de esas debería tomarme un año de descanso e irme lejos.
Escalar montañas, nadar ríos, atravesar selvas y perderme en grandes mercados.
Viajar en los techos de ruidosos trenes que recorren vías que ya no existen.
Emborracharme en oscuros bares atendidos por mozos golpeadores, dormir en bancos de plaza y terminales de ómnibus, conocer mujeres de una noche y regalarles ramos de flores arrancadas de un jardín.
Retrasar relojes de viejas catedrales, cenar con un mendigo en la vereda, jugar a ser actor en alguna obra de bajo presupuesto, cosechar tomates en una huerta orgánica, jugar al fútbol en algún potrero con montañas de fondo, meter los pies embarrados en un arroyo de agua fría, tomar mates amargos con el sonido de los grillos.
Tarde o temprano en algún lugar encontraré la receta para dejar atrás todo esto, para concentrarme en este libro de un joven que quiere ser escritor. Tomo un sorbo del café con leche y me contengo para no escupirlo, le hago una seña al mozo para que me cobre. Ahorro tiempo y me voy poniendo el sweater.

jueves, 16 de agosto de 2007

Dignidad Rebelde


El General en Jefe del Ejército Libertador del Sur Emiliano Zapata. Manifiesto zapatista en náhuatl. Al pueblo de México:
A los pueblos y gobiernos del mundo:
Hermanos:

Nosotros nacimos de la noche. En ella vivimos. Moriremos en ella. Pero la luz será mañana para los más, para todos aquellos que hoy lloran la noche, para quienes se niega el día, Para todos la luz. Para todos todo.

Nuestra lucha es por hacernos escuchar, y el mal gobierno grita soberbia y tapa con cañones sus oídos.

Nuestra lucha es por un trabajo justo y digno, y el mal gobierno compra y vende cuerpos y vergenzas.

Nuestra lucha es por la vida, y el mal gobierno oferta muerte como futuro.

Nuestra lucha es por la justicia, y el mal gobierno se llena de criminales y asesinos.

Nuestra lucha es por la paz, y el mal gobierno anuncia guerra y destrucción.

Techo, tierra, trabajo, pan, salud, educación, independencia, democracia y libertad. Estas fueron nuestras demandas en la larga noche de los 500 años. Estas son, hoy, nuestras exigencias.

Para saber más:

Marcos. La dignidad Rebelde. Conversaciones con Ignacio Ramonet.Ediciones Le Monde Diplomatique.2001

EZLN.Documentos y Comunicados.Ediciones Era.1994

http://enlacezapatista.ezln.org.mx/

http://www.submarcos.org/

martes, 14 de agosto de 2007

Espectro


Lo primero que siente al despertar es su boca seca.
Intenta tragar varias veces, luego recorre sus labios con la lengua pero la sequedad incómoda se mantiene. Está congelado, la frazada se perdió en algún momento de la noche dejándolo a merced del viento polar que ingresa por la ventana entreabierta. Allí nomás sobreviene la imagen de ella. Con puntualidad europea, como todas las mañanas. Como cada atardecer.
Es un día complicado con mucho para hacer. Agarra el auto y lo acelera: de todas maneras llegará tarde, el tránsito es un infierno.
En la radio suena una canción, se imagina que ella está a su lado en el asiento de acompañante. Le cuenta que ese tema le recuerda a una novela de piratas de Mark Twain. Es que de chico escuchaba esa melodía mientras leía el libro. Ella se limita a sonreir, se acomoda el pelo llevándoselo hacia atrás y sólo unos minutos después cuando la conversación parece olvidada le pide prestado ese libro. Posa su brazo sobre la cabeza de él y se la rasca con ternura.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Una cuestión gestual

El hombre que lo contrató, un tal Hugo, le grita y por segunda vez en lo que va del día se ve obligado a desviar sus ojos hacia un costado y dejar perder la mirada. Si los amigos del pueblo lo vieran perdiendo así la mirada no lo creerían. Lo sentirían como una suerte de traición o atentado a ellos mismos.
Justo él, que había nacido para mandar y conducir ahora se limitaba a perder sin rumbo la mirada. No agachaba la cabeza, no hacía ostensible su resignación y sensación de fracaso. Se trataba de un pequeño gesto. Casi imperceptible. Aún así los muchachos de la barra lo hubieran notado al instante. Por suerte ellos estaban lejos, sólo sabían que su referente había partido, que estaba en Buenos Aires triunfando; habían llegado algunas versiones que indicaban que ya era gerente en una empresa; la mayoría lo imaginaban de saco y corbata tomando café en pintorescos bares de la calle Corrientes y cortejando a bonitas damas vestidas con finos tapados de piel.
Como siempre que se fracasa, las cosas no habían salido de acuerdo a lo planeado. Es difícil que alguien planee el fracaso. No es que no pueda ocurrir pero no es frecuente. De todas maneras este no era el caso.
La idea de vender los preparados de miel y avena que tan bien habían funcionado en el pueblo no tuvo el éxito previsto. En tres meses, sólo se vendieron cinco frascos, eso sin contar que uno fue devuelto porque la señora se lo había confundido con un producto de propóleos que auspiciaban en la radio. Rápidamente escaseó el dinero para el alquiler de la oficina, hubo que despedir al bueno de José y él se encontró sin nada ni nadie en el medio de una ciudad ajena y reacia.
Pateó calles y avenidas en busca de algún guiño de la suerte. Creyó encontrarlo en un bar tristón de la Avenida Santa Fe a la altura de Plaza Italia. Ella era una bella joven de largos cabellos enrulados y busto prominente. Fue demasiado tarde cuando se dio cuenta de que se trataba de una prostituta. Lo suficientemente tarde como para no tener más remedio que entregarle a esta mujer sus últimos billetes en aquel sucio hotel sin mesitas de luz y de colchón ruidoso.
Tan desconsolado lo vio la prostituta que le preguntó qué le pasaba. _ estoy sin trabajo, no tengo nada y me acabo de quedar sin plata, le explicó de un saque, como escupiendo una frase que se había aprendido de memoria. Se sintió aliviado de poder contarle a alguien lo desdichado que se sentía. Poco quedaba de su alguna vez inconmovible suficiencia. Los pesares y las trampas de la ciudad le habían devorado el orgullo como pirañas mal alimentadas.
Fue por recomendación de ella que fue a ver al tal Hugo quien lo contrató para vender los encendedores truchos. Es este tal Hugo el que le grita y ante quien él deja perder su mirada.
Estos días se lo puede ver por la zona de Pompeya recorriendo las calles en la búsqueda incansable de algún comprador.
A veces vende bastantes. En las ciudades los encendedores son mucho mejor negocio que los preparados de miel y avena.

domingo, 5 de agosto de 2007

La flor que me has enviado de Coroico a los días marchitó (*)

Franca Franca ¿dónde andás en Navidades?

El altiplano te robó.

La flor que me has enviado de Coroico con los días marchitó

Tus polleras se entreveran se entreveran en mi cabecera

Y tus pañuelos de seda banderines de las carreteras...

Franca Franca ¿dónde andás en Navidades?,

¿Qué jardín te hipnotizó?

Mis líneas esperan en poste restante tu posible migración.

Los papeles que se vuelan, que se vuelan desde mi ventana

Y el cartero no aparece, no aparece y se fue la mañana

(Carta a Poste Restante-Jaime Ross)

* A todas las Francas que seguiremos recordando

martes, 10 de julio de 2007

El Tigre y el Escorpión

La carta está arrugada y en muchos pasajes la tinta ya descorrida impide leer las palabras. Con extrema prolijidad dobla el papel en cuatro y lo deja caer en el bolsillo trasero de su gastado pantalón marrón de corderoy.
Diez minutos demora en armar el improvisado bolso: dos remeras, un calzoncillo, par de medias, palabras cruzadas, un pantalón, un collar de viejas batallas devenido en amuleto, cepillo de dientes y más palabras cruzadas.
Llama por teléfono a su madre para avisarle que se irá por un tiempo, trata de hacer la conversación lo más breve posible como para impedirle que comience a atosigarlo con preguntas.
Recoge sus últimos ahorros de la lata azul que guarda en la alacena de la cocina y se toma un tren hasta la terminal de micros.
Quedan pasajes. Bastantes. Pocos son los que van para esa zona en temporada baja.
La población del micro se compone de algunos jubilados, dos o tres señoras de mediana edad y una bella joven de unos veinticinco años que justo tiene el asiento doce: el de al lado suyo. Lo toma como un buen presagio.
El micro inicia su marcha y la ciudad va quedando atrás. Lo invade una sensación de inseguridad extrema. Los brazos comienzan a picarle pero prefiere no rascarse.
Piensa en las palabras de la carta, en cada frase. ¿qué habrá querido decir ella con esa extraña metáfora sobre tigres y escorpiones?¿tendrá sentido este viaje?¿ dejó puesta la traba de la puerta de su casa?. Se rasca.
Trata de parar de pensar. Piensa en entablar una conversación con la chica de al lado. Después de mucho meditarlo se le ocurre la frase perfecta como para empezar a hablar. Pero la chica ya duerme profundamente. La contempla varios minutos, tiene el rostro lleno de pecas que acentúan sus finos rasgos, luce despreocupada, tan tranquila...
Se vuelve a rascar aunque ya no le pica nada. Decide hacer palabras cruzadas. La consigna es “fluido aeriforme”. Tres letras, tres letras. A ver, pero un tigre y un escorpión son dos animales amenazantes, no domésticos. El amor va más allá de de... Tres letras, tres letras. Fluido aeriforme: gas.
Gas entra perfecto. Tras experimentar esa efímera sensación de triunfo decide abandonar las palabras cruzadas y saca un paquete de galletas de agua. Come dos o tres y miles de migas cubren su pantalón. Se sacude, las migas caen al piso y guarda las galletas
El micro hace una parada para la cena. Por un momento piensa en despertar a la chica de al lado e invitarla a comer pero luego se convence de que no es prudente hacerlo.
Al bajar, otra pasajera lo invita a comer con ella. Comparten unas papas fritas medio tibias y un plato de arroz. Ella es una pulposa señora de unos cincuenta años. Le cuenta que todo el mundo le da no más de cuarenta y que es preceptora en un colegio público pero que está subsidiado por el Estado.
Cuando sube al micro, la chica está despierta y con el walkman encendido. Mientras se sienta escucha con claridad como de los auriculares se desprenden las primeras estrofas de Penny Lane de Los Beatles. Lo toma como otro buen presagio.
Quizás este viaje carezca de total sentido.
Quizás el tigre y el escorpión no sean mucho más que eso: un tigre y un escorpión.

martes, 3 de julio de 2007

Las Noches

Hay tantas noches como días.
Pero los pasos nocturnos resuenan más fuerte.
Las noches son incisivas y mordaces. Arrancan cáscaras de las más jugosas frutas, clavan cuñas en heridas abiertas.
Las noches son seductoras. Pero están al acecho propiciando la indefensión, aguardando el momento en que nos acercamos al abismo para empujarnos con suavidad.
En las noches hay mujeres de ojos verdes con nombres extraños que nos convencen para elegir aquellos senderos.
Las noches están llenas de arrepentimientos, revelaciones y vueltas a empezar; de fascistas ebrios y revolucionarios fallidos
La oscuridad nos cierra puertas pero nos abre mundos.
El poderoso efecto lunar es insoslayable.
La noche nos besa en la boca pero nos rompe el corazón
A la luz de las estrellas diseñamos infalibles sistemas que acabarán con toda la pobreza del mundo.
De noche los granos se llenan de pus y enteros ejércitos de insectos con filosos aguijones matan a uno que se quedó dormido. Los golpes de la noche dejan las marcas más difíciles de borrar.
Durante la noche mientras las gordas sudan y buscan novio, los novios se aman.
Sólo de noche las cosas suceden a otro ritmo: los vasos de cerveza se vacían con rapidez, la cabeza va más lento, el corazón late más fuerte.
Los chistes causan más gracia, el patético es más patético y el melancólico no sabe dónde esconder su alma.
De noche las radios de los taxis sintonizan frecuencias inexistentes.
Las noches son fuentes eternas de ideas para cuentos no tan buenos.
De noche el lunar de su espalda es más bello que nunca.

viernes, 29 de junio de 2007

Postal

Cachi es un pueblo muy lindo que queda en Salta. Estuve allí este enero y pude disfrutar del surreal contraste que provoca el observar los cercanos picos nevados bajo el ardiente y luminoso sol estival.

Recorriendo sus bellísimas callejuelas bajo el fresco incipiente del atardecer me topé con esta imagen. No requiere explicaciones: ni más ni menos que una sede del PJ.

Opiniones y simpatías políticas aparte me pareció una imagen muy pintoresca y llena de mística. Es por ello la comparto con ustedes ( recomiendo ampliarla con un click, no tiene desperdicio)

martes, 19 de junio de 2007

¿Nunca oiste la hojarasca crepitar?


El vino entibia sueños al jadear

Desde su boca de verdeado dulzor

Y entre los libros de la buena memoria

Se queda oyendo como un ciego frente al mar.


Mi voz le llegará

Mi boca también

Tal vez le confiare

Que eras el vestigio del futuro.

Rojas y verdes luces del amor

Prestidigitan bajo un halo de rush

Que sombra extraña te oculto de mi guiño

Que nunca oiste la hojarasca crepitar?

(Los libros de la Buena Memoria-Invisible- L.A Spinetta)

lunes, 18 de junio de 2007

Masacre en el Gimnasio

“Antes de estudiar zen, las montañas son montañas y los ríos son ríos, mientras estás estudiando Zen, las montañas ya no son montañas y los ríos ya no son ríos; pero una vez que alcanzas la iluminación las montañas son nuevamente montañas y los ríos nuevamente ríos”

Siento que voy a morir, me parece que todo se termina, este es el final que me tocó.
Trato de secarme el sudor que recorre mi frente y me doy cuenta que quizás exagero. Entonces prometo seguir pedaleando cinco minutos más. Sólo cinco minutos. Cinco minutos no es nada. Cinco minutos tardo en caminar tres cuadras hasta la parada del colectivo. Cinco minutos demoro en comerme un choripán después de la cancha. Estos argumentos me convencen, sigo pedaleando.
Concentro toda la energía en mis piernas para que se muevan con velocidad. Miro alrededor y noto que todos pedalean mucho más rápido que yo. Dos equipos de música con dos radios diferentes suenan a todo volumen. Las canciones se confunden fusionándose en un bombardeo de agudos insoportables. Pero nadie parece percatarse. Muchos mueven sus brazos histéricamente, otros bailan con movimientos espasmódicos, todo ocurre con rapidez. Un frenesí de escenas que se van sucediendo sin detenerse. Las luces que se apagan y se prenden me desorientan, todo se va envolviendo, nublando, empañando, las tuercas comienzan a desenroscarse, el ruido metálico lastima los oídos, las mancuernas se ponen de pie.
El golpe final: cientos de pesas empiezan a salir despedidas atacando sin piedad y ni distinción a todo lo que se cruza. Algunos cuerpos son golpeados con fiereza, otros tienen aún menos suerte y sufren amputaciones instantáneas. El escenario se empieza a teñir de sangre. Al cabo de unos segundos caudalosos ríos rojos atraviesan todo el espacio.
De repente los equipos de música se detienen, las luces se normalizan..
Ya pasaron los cinco minutos y yo sigo pedaleando.

lunes, 11 de junio de 2007

Días de Lluvia


Hace ya una hora que me puse a trabajar y no logro avanzar.
Empiezo a escuchar el ruido seco de la llovizna cayendo contra la terraza y me distraigo.
Uso mi espalda para empujar la silla hacia atrás y así consigo ver a través de la ventana. Se escucha un trueno e inmediatamente observo como una cortina de espesa lluvia atraviesa el cielo.
Me quedo inmovilizado largos minutos, el agua cayendo con brutalidad tiene ese poder hipnótico parecido al de los cielos estrellados a campo abierto.
Recuerdo que cuando era chico odiaba cuando llovía. Recién hoy comprendo que en realidad nunca tuve nada en contra de ella, lo que me irritaba era lo que implicaba: : quedarme sin ir al potrero a jugar a la pelota. Las tardes encerrado en casa significaban una verdadera tortura para el niño inquieto que era.
El “clishé” de que la lluvia es fuente de tristeza resulta a todas luces apócrifo. La lluvia es reflexiva, podrá ser nostálgica y hasta melancólica. Pero no triste.
Corro con el torso desnudo por la calle y está cayendo un diluvio, siento como las gotas recorren mi cuerpo y me masajean la cabeza. Voy cantando.
Cuando vuelvo a mi escritorio y miro a través de la ventana mojada me doy cuenta que ya no pienso como la última vez que estuve allí sentado. Quizás la lluvia sí traiga consigo una enorme carga de angustia y tristeza y sea ahí donde resida la atracción que me genera. Quizás deba empezar a asumir que la tristeza me conmueve mucho más que la felicidad. Quizás todo haya dejado de tener sentido.
Una amiga me invita a su casa a ver “la naranja mecánica”. Ya son las dos de la mañana cuando camino de vuelta a casa acompañado de un marchito paraguas, es de idiota mojarse dos veces en el mismo día.
La calle está desierta, la única luz proviene de un kiosco de flores. Paso por al lado y no puedo evitar mirar hacia adentro. Veo un hombre recostado en una silla y escucho sus fuertes ronquidos, me pregunto cómo logra dormir cuando la radio que está a su lado despide gritos y más gritos de un exasperado pastor evangélico que arenga vaya saber uno a quién.
Una vez más me siento a contemplar la lluvia. Decido escuchar un poco de música, por qué no aquella canción que escuchábamos juntos. Pero a pesar de todo el tiempo que pasó no lo resisto. Ya en los primeros acordes comienzo a estremecerme y cuando aparece la voz directamente soy un mar de lágrimas.
Su cara como una fotografía en mi mente y un malestar físico que sigue azotándome.
Prometo no subestimar nunca más a los clishés. Por lo menos no a los que tienen que ver con la lluvia.

jueves, 7 de junio de 2007

vote, no bote el voto


Siguiendo el ley motiv de este blog que apunta a la unión entre arte y política, literatura y militancia, me meto en la coyuntura política qeu nos rodea este mes.
La consigna es una sóla y bien clarita: flaco, chabonnn, máquina, fierita, che voss!! no seas pelele y por lo menos tomate el trabajo de averiguar quién es aquel simpático hombrecito de bigote bonachón dado a conocer bajo el nombre de Mauricio(Macri, en realidad)

por qué? por tantas razones que no me alcanzan los posts de este blog para explicarlo, pero mirá hacé algo, no te pido qeu te rompas la cabeza, sólo googlealo y lee un poco sobre este tipo.

Fijate qué hizo en los noventa, qué propone ahora(si es que lo hace) y cómo quiere hacerlo.

Ah! por si tenías la curiosidad: lo mío no es sentimiento K, es sólo que M&M(mauricio y michetti)
nos retrotraen a lo peor de nuestra historia desde la vuelta de la democracia: el MENEMato

lunes, 4 de junio de 2007

redescubrir

Cuántas veces escuchamos este tema y en el frenesí del rock ricotero pasamos por alto letra.
El otro día en taller escuchamos una versión acústica de "yo canibal" y redescubrimos estas estrofas. Es precisamente esto lo que espero del arte...


No se entiende el menú pero la salsa abunda. Soy un gourmet que huele eternamente mal. Viejas compotas que no dan respiro al caníbal que hay en mi (que no es bien recibido en un banquete así). Se amasan las fortunas, se cargan los bolsillos de presa seca, de oro falso de vermouth. Me acaban el cerebro a mordiscos, bebiendo el jugo de mi corazón y me cuentan cuentos al ir a dormir. A un cordero de mi estilo a un caníbal de mi estilo. Voy al Coliseo a prenderme fuego (mi racha de novato nunca cambiará). ¡Por favor! que el adiós no se alargue me cansé de tanto esperar... cuando el fuego crezca quiero estar allí. Un cordero de mi estilo a un canííbal de mi estilo.

jueves, 31 de mayo de 2007

628

Ayer no me emborraché.
Hoy parece un buen día para salir del departamento.
La cola da vuelta la manzana. Delante de mí hay tres bolivianos. Uno es igual a Evo. No se hablan entre sí pero cada tanto se ríen del frío que hace.
Detrás de mí hay una chica fea que lee un libro sobre pedagogía.
Pasa un tipo vendiendo biromes para llenar los formularios.
Me entero de que estoy en la cola para renovar el pasaporte. No tengo pensado viajar a ningún lado. Da igual, pienso. Quiero llenar las horas. Que fácil que es perder el tiempo. Que sencillo es el transcurrir cuando uno está a la espera de algo. La cabeza ocupada, (pre)ocupada.
La cola avanza un poco y pasa el mismo hombre de las biromes ahora vendiendo sandwiches.
Me dan un formulario para llenar y un número. El 628. Trato de acordarme 628 nombres de jugadores de fútbol. Una hora después el cartel luminoso indica que van por el 528 y me pongo contento. A la nena que está al lado mío se le cae el chocolate caliente y se quema. Me río para adentro.
Una secretaria con cuerpo de ex pilar de rugby me informa que hay un inconveniente con mi trámite. Tiene que ir a reclamos!, me indica mientras mueve frenéticamente una birome con su mano derecha. La imagino a punto de hacerme un tackle, así que le doy las gracias y me alejo con rapidez.
Ya es casi de noche cuando la repartición de la sección del departamento del órgano de la entidad que dirige el subsecretario de asuntos migratorios me comunica que no figuro en la base de datos.
Mi “día de ocupación” alcanza su final. “No ser” es su saldo.
Vuelvo al departamento caminando, ráfagas de viento frío entorpecen mi andar. De repente siento que un viaje sería un buen proyecto. Uno día de estos debería pensar en ir a renovar el pasaporte.

lunes, 21 de mayo de 2007

" El desierto lija todo lo que sobra y te cobra lo que no podés pagar" (PEZ)


Artistas

El colchón hizo un chirrido cuando el hombre se dejó caer sobre él. Varios pedazos de goma espuma salieron despedidos. El polvo lo hizo estornudar.
No se puede decir que le generaba curiosidad la presencia del colchón allí dispuesto. Como esperando que él llegue.
El auto había empezado a fallar justo a la salida del primer cañón y un par de kilómetros más adelante se frenó para no volver a arrancar. El hombre empujó el vehículo para correrlo del centro de la carretera y se sentó al costado del camino. En pleno verano nadie se animaba a atravesar esa ruta. Las posibilidades de que alguien lo auxilie eran remotas.
Observó como los cóndores planeaban a poca distancia del suelo y aterrizaban ubicándose a unos cien metros de él. Por primera vez se percató de que le sangraba la pierna. También le dolía mucho la espalda y sentía que la mano derecha le latía como si tuviese algún huesillo fracturado.

Alguien lo sigue muy de cerca estando a muchos kilómetros de distancia. Un juez viejo de pesada barba canosa, nariz puntiaguda y distinguidos modales.
El juez en su laberinto jurídico con piezas gigantes, enormes y radioactivas. Moviendo con destreza los peones. Siempre le gustó la idea de comportarse como un artista, la impronta estética era esencial para moverse con fluidez en los pasillos de las leyes. Sólo era cuestión de esperar el momento adecuado para desplazar el caballo hacia la derecha y hacer el gran enroque final para poner en jaque al imputado.


La noche cayó lenta, quizás más de lo común y consigo trajo todo el frío del desierto.
El hombre abrió el baúl y sin mirar desató el descuidado nudo del bulto. Uno a uno fue desabrochando los botones y logró despegar el chaleco del cuerpo. Hizo fuerza, le dolían las manos y le costaba moverlas. Después de un rato logró que ambas mangas queden libres. Decidió no atar el bulto y cerró el baúl justo antes de que las náuseas se tornen incontenibles.
Se puso el chaleco y se volvió a acostar en el colchón. Prendió un cigarrillo.

domingo, 13 de mayo de 2007

sábado, 12 de mayo de 2007

MET-A-ZEN

Un Haiku es simplemente lo que está sucediendo en este lugar, en este momento.

Un viejo estanque;
se zambulle una rana,
ruido de agua.

Este es un clásico haiku japonés. Es de Matsuo Basho.
También Borges escribió haikus:

En el desierto
acontece la aurora.
Alguien lo sabe.


Para Basho el haiku era un camino al Zen. Buson lo consideraba un arte más cuyo fin era la belleza. Para Issa la expresión de su amor por las personas, los animales, las cosas.

Fabian Casas habla del don de la impecabilidad en un extracto de “Los Lemmings y otros”.

“Es así. Si vos sos un maestro de té, impecable en el arte de la preparación de té, también podés pelear con cualquiera porque sos impecable. Tenés impecabilidad.”

Damas y Caballeros, los invito, MET-A-ZEN

viernes, 2 de marzo de 2007

Misiones - Mitnadev 06

I

_Mentirosos? Mentirosos eran los de antes_ dice un viejo hombre que en realidad es un hombre avejentado. Detrás de aquel rostro quemado por el sol de años y atravesado por infinitas arrugas se dibuja una tenue y olvidada felicidad que parece emerger mientras pronuncia pausadamente esas palabras.
_Ya no quedan mentirosos por estos pagos, mentirosos eran los de antes_ insiste._Aquellos cuyos caballos se rehusaban a beber del lago tras fatigosas horas de galope bajo el intenso sol, ¿sabe usted por qué no bebían?_Yo le indico con una simple expresión que no, que no tengo la menor idea. El hombre se da cuenta que me interesa, hace una pausa, levanta sus cejas y se despacha _porque eran lagos de miel _ Acto seguido, suelta una carcajada que queda inconclusa por su misma estruendosa tos que la opaca. _Esos eran mentirosos_ vuelve a decir y clava su mirada en el techo de la casilla de madera como buscando algún vestigio o señal de algo. Lo miro fijamente para tratar de acaparar su atención nuevamente pero sus ojos y su cuerpo se han perdido para siempre en el espesor de la noche cálida.

II

Apoyo mis brazos en el suelo y se hunden en un colchón de pasto verde, mi mano está teñida de un intenso naranja.
El ladrido de un perro que pasa cerca interrumpe el concierto de sonidos que vienen de eso que llamamos selva. Ese todo pintado de mil variedades de verdes y que parece no tener final ni principio.
Miro hacia el monte y las siluetas negras de los primeros árboles se distinguen de la noche unánime que ya cayó sobre nuestras cabezas. Con ella los duendes, los monstruos, los animales, ese concierto de ruidos que paradójicamente se presenta como un perfecto silencio.

III

Me agacho bajo el salvador manto de sombra que proporcionan las araucarias y lentamente sumerjo mis manos en las tibias aguas de un arroyo.
Los tabacaleros y yerbateros mencionan entre tereré y tereré al yazi. Se trata de un duende apuesto de ojos azules con una larga cabellera rubia que matiza sus refinados rasgos. Mediante su canto aterciopelado seduce a las mujeres y las engaña hasta hacerlas perder en la espesa jungla donde las ataca por sorpresa.
Nanni tiene siete años y me cuenta con lujo de detalle cómo fue el día que se escapó del Pombero, un monstruo temible de filosas garras que un día en su vuelta a casa desde el colegio se cruzó intrépidamente en su camino. _Lo tenía atrás, lo tenía, casi podía escuchar su aliento, así que empecé a correr, correr y correr desesperado. Me metí en el monte, trepé a un árbol y logré despistarlo. Desde arriba vi como el Pombero estaba confundido y como después de varios minutos se marchaba. Yo estaba tan asustado que mi corazón latía y latía sin parar _

IV

De nuevo en Buenos Aires, camino por una calle del barrio de Belgrano y entre los edificios logro vislumbrar un pedazo de luna. La misma luna que se veía en Misiones y la misma que veía antes de irme de viaje.
Es entonces cuando asumo que la mejor forma de (sobre)vivir es conformarme con ser un mediocre emulador de los mentirosos. Un soez imitador de los mentirosos del pasado a los que añora el hombre avejentado, aquel de cara quemada por el sol y atravesada por arrugas.

viernes, 23 de febrero de 2007

El Día en que me Alejé de Descartes

“Ya sé que el celebérrimo Descartes (...) ha intentado explicar los afectos humanos por sus primeras causas, y mostrar, a un tiempo, por qué vía puede el alma tener un imperio absoluto sobre los afectos; pero a mi parecer al menos, no ha mostrado nada más que la agudeza de su gran genio”
(Baruch de Espinosa, “ Etica demostrada según el orden geométrico “)

Era un día de mierda.
Al inevitable malhumor por levantarme temprano se sumaban dos factores tan molestos como inesperados: no encontraba ningún par de medias seco y en la heladera no quedaba más mermelada.
Entre irritado y resignado puse a tostar tres rebanadas de pan que más tarde comería con los restos del queso blanco, calenté agua para el mate y encendí la radio: contaba con casi quince minutos para disfrutar de mi desayuno si no quería llegar tarde a la facultad.
Media hora más tarde caminaba apurado las cinco cuadras que me separaban de la estación de tren. Era fines de marzo y había mucho humedad, simultáneamente varias gotas de sudor comenzaron a recorrer mi frente.
Amagué a quitarme el buzo pero desistí ya que esto hubiera implicado sacarme la mochila y con ello una serie de movimientos que no estaba dispuesto a realizar. Faltaban todavía dos cuadras y las caminaba sin despegar la mirada del piso. Me sentía bastante abatido por el calor, mi malhumor persistía y crecía en mí una de esas clásicas preocupaciones culposas por un parcial para el que no había estudiado lo suficiente.
De repente, el ruido del tren que ya venía me abofeteó y emprendí una carrera alocada hacia las boleterías. Mientras corría esos cien metros me olvidé de todo lo que había venido arrastrando: no tenía calor, ni preocupación, ni enfado. Me sentía preso y a la vez cómplice de un estado difícil de describir. Era conciente de mi cuerpo corriendo pero al mismo tiempo percibía que no lograba avanzar, el suelo era blando como un colchón y yo, un simple espectador de mi propia desesperación. Mientras me veía a mí, impotente y al borde de las lágrimas, observaba también como otras personas compraban boletos y una a una subían al tren, como el diariero le cebaba un mate a una vieja del barrio, como un nene tropezaba y enseguida se echaba a llorar. Todo seguía ocurriendo. Todo sucedía y yo continuaba encerrado en una percepción con barrotes diáfanos.
(Me acordé de Espinosa y la “conciencia de uno mismo”, esa efímera e inolvidable sensación de ser parte de algo y entenderse como mero actor de reparto de una dinámica sin dueño ni fin.)
Por fin el tren dejó atrás la estación y yo abandoné la idea de alcanzarlo. No esperé más. Caminé sin rumbo y me metí en el primer bar que encontré. Pedí un cortado y cuando vino lo revolví durante largos minutos, luego chupé la cuchara y me quedé mirando el sobrecito de azúcar.

Malabares y Fuego

Mi vista cansada se pierde más allá de la ventanilla
Del colectivo que incansable va dejando atrás otro sábado.
Es julio y hace frío, yo voy escuchando Elis Regina.
En los semáforos: malabares y fuego, dentro de mí lo mismo.

Trato de ver más allá y no puedo.
La gente camina abrigada y lucha contra el viento.
Es Buenos Aires y la avenida Santa Fe se pierde en luces
Se sienta al lado mío una señora con el Clarín.

Bajo la mirada y choco contra una svástica dibujada en liquid paper.
Obligo a mis ojos a descender un poco más y en el piso veo dos o tres boletos arrugados
Me empieza a doler el cuello cuando dos boludas se sientan detrás de mí y empiezan a gritar.
Está claro que no se escuchan.
Y yo que me siento mejor que ellas. ¿ qué hago?

Malabares y Fuego.
Esquivar y tomar
Pensar y sufrir
Sufrir o pensar
Sufrir al pensar
Otra (des)ventura de invierno queda atrás
Me siento menos triste si busco ser malabares y fuego.

Vamos Fugir

Vamos fugirDeste lugar,
baby Vamos fugir ”
(Gilberto Gil)

“Vamos fugir” (me) significa mucho.
Para empezar es uno de mis temas de reggae preferidos.
Su autor y compositor, Gilberto Gil, es una de esas personas tan “grosas” que el término artistas les queda chico y pasan a ser verdaderos íconos.
“Vamos fugir” no tiene una traducción precisa al castellano. Ni “Huyamos” ni “vamos a huir” ni “rajemos” me convencen demasiado, quizás “vamo’ a la mierda” resulta más cercano pero arruina la sutileza que tiene la frase en el portugués. “Vamos fugir” tampoco es asociable con el “ lets runnaway” yanqui
El “vamosfugir”(a partir de ahora como una sola palabra) es un concepto.
El “vamosfugir” puede ser complicado o fácil de entender, puede tornarse abstracto o ser sencillamente concreto, puede ser revelador o pelotudísimo, puede estar bajo control y rápidamente pasar a ser voluble, puede ser meramente autoreferencial o transformarse en intersubjetivo, puede usar palabras enroscadas como “autoreferencial” o básicas como “puto”, puede seguir siendo definido a partir de antinomias o puede detenerse en este preciso instante.
“Vamosfugir”es:

· Romper con las pesadas cadenas que no nos dejan salir de las tibias aguas de la mediocridad!!
· Aprender a bancar(nos) el vacío y la angustia que sobrevienen.
· Hacer de la reflexión un hábito y no una excepción.
· Bajonearla con bizniques, sugus confitados o cualquier golosina con onda.
· Leer aquel cuento de Cortázar.
· Dejar atrás lo que nos hace mal pero no tan atrás como para olvidar que nos hace mal.
· Sorprendernos nuevamente con ese tema de los Beatles que hace mucho no escuchamos.
· No bajar los brazos cuando nos tildan de utópicos. Son ellos los delirantes que creen que el sistema puede seguir funcionando así. Nosotros somos los realistas.
· Tomar mate.
· Reír con ganas.
· Descubrir miradas.
· Llorar con ganas.
· Seguir Librando pequeñas luchas.
· Viajar
· Creer en que las cosas pueden que cambiar y cambiarlas.
· Tomarnos vacaciones.
· Ver cielos

“Vamosfugir” es todo eso y tantas otras cosas...