martes, 27 de marzo de 2018

El Camionero y el Sensei




¡No dormí nada!
¡De nuevo
no dormí nada!

No dormí nada,
pero no
porque me fui de joda,
pero no
porque me tocó
trabajar,
pero no
porque tuve que contener
a mi novia.

¡No dormí nada
por pancho!

No pude desconectar,
no pude parar de pensar.
Falló el ritual
forjado.

El ritual forjado
consiste en
no
cenar demasiado tarde,
tomar té de tilo,
masajearme con el codo
la planta de los pies,
hacerle un mano a mano
al gato
y
agarrar un libro
que sea
una patada
en los huevos.

Pero falló
y ahora estoy
en el andén
con más ganas de
cagarme a trompadas
que de escribir
un poema
sobre la estación
Drago.

Visito a un
sensei.
Me dice
que hay
tres ámbitos:
A B y C,
en el A y
en el B
hay
aproximaciones a lo sagrado,
pero que
yo
estoy en C,
preso en C,
comiendo
barritas de cereal en C,
re jugado
en C.

En C también están
el lenguaje,
el símbolo,
la imaginación,
el bife ancho,
y
la filosofía occidental.

C es el ámbito del pensamiento
y me está pegando
un pesto bárbaro.
Por eso no dormí nada
¡Por eso y por pancho!

Me recomienda tomar una infusión
que sólo se consigue
en Flores
y sugiere:
“fundamental
que empieces
a usar
gerundios.
Los gerundios son
la única forma
del lenguaje
que nos trae
al presente”

Antes que usar
gerundios
me pego un tiro
en la chota.

¿Querés dormir o ser poeta?
me pregunta el sensei.
Se para
en unas New Balance
con caño de escape:
ozono
largan
esas llantas.

¡Quiero ser poeta
aunque sea diciembre,
aunque no se pueda escribir poesía
en diciembre,
aunque no se pueda escribir
en diciembre,
aunque no se pueda
hacer nada
en diciembre!

Me las tomo.

“Diciembre en la ruta”
dice el titular de un diario
que quedó
ensandwichado
debajo de la puerta
de lo del sensei,
del tremendo PH del sensei.

Los paranoicos y los poetas
vemos señales en cualquier parte:
hasta en los diarios
atascados en el palier
del penthouse
de un sensei.

Entonces
encaro
para Panamericana
y la empiezo a bordear.

Soy puteado
por unos
ciclistas,
pero a quién
le importa.
Imposible tomar
en serio
a unos tipitos
con casco,
calza
y que encima
pedalean.

Se pone bravo
cerca de la General Paz.
Me interpelan
las fuerzas de seguridad.
Me informan que
estoy comprometiendo
(la policía gerundea)
la responsabilidad civil
de la constructora vial
que mantiene
y explota
la autopista.

Interviene
en mi defensa
un camionero.
Las fuerzas del orden
dudan,
pero terminan
priorizando
(epa, gerundio)
la paja
por sobre su rol
de garantes del orden público
y
me dejan ir.

Me subo al camión.
Lo maneja Salvador.
Salvador Camionero.
Me dice
que hay
tres ámbitos:
A B y C,
en el A y
en el B
están las vacas
que él transporta
y en C,
un chancho mal llevado
que le encajaron
en San Nicolás,
pero que yo estoy en C,
preso en C,
cargando gas oil en C,
re jugado en C.

En C también están
el número,
la memoria,
la fantasía,
los cantitos de la barra de Atlanta
y
la filosofía oriental

C es el ámbito del chancho
y me está pegando
un pesto bárbaro.
Por eso no dormí nada
¡Por eso y por pancho!

Propone este ejercicio:
imaginar
el remolque
de su camión
con el porcino
rebotín
rebotán
contra
las vaquitas.
Después,
cinco minutos de silencio
para escuchar
el ruido del motor.
Por último,
chamamé
a todo volumen
mientras
le cebo mate.

Me voy sintiendo joya
(sigo gerundiando: capo el sensei)
radiante
como cuando
cortan la luz,
y al rato,
la devuelven.
Rescato
ese
toma y daca
que practica
Edenor
para que
cada verano
revaloricemos
esta meseta
sobre la que nievan
galletas de arroz descuartizadas
también conocida
como
la vida.

Salvador dice
“gracias,
basta de mate” y
me saca a pasear
en paños menores.

“La perfección
en la ruta
se agarra después de chocar
una o dos veces”

“Se siente antes en las
articulaciones
que
en el cerebro”

“Uno puede explicar
perfectamente
cómo
funciona un motor
pero,
lo importante
es saber
llevarlo
por las rutas
poceadas de este
país hermoso”

“Es chamullo
el calentamiento
global”

En su primera reunión del
sindicato,
un tipo
le palpó la entrepierna
una vez,
varias veces
hasta que
reaccionó
y el otro
le explicó:
“estoy chequeando
que no hayas caído
con la morocha,
la máquina,
la cuetera,
el bufoso,
el fierro,
la rabiosa,
el chocolate caliente,
la perspectiva”

Ya estamos
al sur
de la Provincia
cuando
paramos
al costado
de la ruta
en una parrilla
con un cartel
todo mal escrito:
“parriya come bebe
todo sien pesos”
El menú,
una sóla hoja
adentro
de un portafolio
que llora
aceite.

Cuando
volvemos
a la cancha,
el asiento está
tibio hermoso...
Salvador no
siente el impacto de la
molleja.
Sigue dale
que dale.

“Las gente
con arrugas
sobre todo
pata de gallo
es confiable”

“¿Por qué, Salvador?”

“Porque significa
que sonríe”

Se me cierran los ojos.
Por fin.
Qué placer.