viernes, 30 de diciembre de 2016

Sobre El Mató y Tinder





Me mandaron un cuento que escribió Walter Lescano. Hablaba de lo que le pasó viendo a “El Mató a Un Policía Motorizado”. Era genial pero me hizo sentir mal porque yo no había escrito nada sobre eso antes.
Me acordé del artículo que leí en una revista de música donde hablaban del “síndrome Bono” para explicar que a veces, no podés terminar de disfrutar algo que hizo otro porque sentís que tendrías que haberlo hecho vos.
Era más o menos así: Bono está en Londres en plena grabación de un disco, toma un taxi para ir al estudio, en la radio del auto suena una canción que le resulta conocida. Le pide al conductor que suba el volumen. El tema le parece espectacular. Al mismo tiempo que el locutor  anuncia que es el nuevo corte de Coldplay, se da cuenta que esa misma semana en plena grabación estuvo a un acorde de componer ese tema . No se perdona no haber llegado a hacerla él. La bronca lo supera, se baja del taxi sin esperar el vuelto y camina sin parar durante horas: en uno de sus viajes por oriente le enseñaron que la caminata es el mejor ansiolítico.
Cuando le conté lo que me pasaba a mi novia, me dijo que lo escriba igual. Total, va a ser distinto ¿no?
Ella es simple y vehemente a la vez. Como el bambú.
La primera vez que vi a “El Mató” coincidió con la única vez que tuve una cita por Tinder.
Estaba todo lo arriba que se puede estar a las pocas semanas de haber cortado con una ex.
Ya tenía escuchados varios discos y me habían parecido muy buenos, así que cuando unos amigos me preguntaron si sacaban entradas di el okey. Aparte, la mejor manera de transitar un duelo, al menos la primera parte, es hacer cosas sin parar. Si son divertidas,  mejor, pero la clave es hacer cosas sin parar, después sí va a venir un momento más reflexivo. Pero todavía no estaba ni en pedo en esa.
Así que después de acostarme tarde el jueves y laburar todo el viernes me encontré con el Loco y Melón para hacer previa tomando unas cervezas. Llegué medio tarde porque, en el medio,  había ido a cambiar el estereo del auto y dudé tanto que al final me encajaron un Pioneer regetonero, con luces que cambian de color, un espanto.
En ese momento, la banda ya era bastante conocida pero no como ahora que Niceto les queda chico y los va a ver ver gente que no conoce ninguna canción.
Esa noche pasó todo muy rápido, ya a partir del segundo o tercer tema sentí  como una revelación. Una experiencia cuántica, diría Osho. Una inyección de droga, dirían unos amigos de Saladillo que son dos fisuras y cuando algo les gusta  tiran esa.  En realidad, para ellos cualquier cosa puede ser una inyección de droga. Hasta una ensalada.
Pero esto era conmovedor posta, pocas  veces me había pasado de encontrar el sonido justo para el momento que me tocaba atravesar. Sólo me acuerdo de dos más: una con mi viejo volándome  la peluca con el “Anthology” de “Los Beatles” en séptimo grado y otro, gracias a  mi tía un par de eneros más tarde dejándome un cassete grabado con “Clandestino” de “Manu Chao” en una casa donde veraneaba mi familia .
Ahora queda piola descansar a “Manu Chao”, o  al manuchaismo, ese ponerse de un día para el otro a fabricar collares jipis, hacer de la vida un camino por el que se anda en ojotas de las que se abrochan al empeine y reencarnar en vegano durante el viaje por Bolivia creyendo que el grupo de amigos del Newman es, en realidad,  una cuadrilla de Sendero Luminoso. Pero sería muy injusto no reconocer que “Clandestino” me dio vuelta y que todavía, cuando escucho el disco, me genera cosas muy lindas.
“El Mató” me hablaba en la jeta de lo que me estaba pasando con una sinceridad increible. Era obvio que ese cantante gordo y desalineado no estaba careteando nada. Me anoté en el teléfono varios temas que habían sonado tremendo y cuando terminó, estaba sacudido por una emoción del carajo.
Melón y el Loco se encontraron con gente, así que se formó un grupo de amigos de amigos y terminamos todos morfando en una hamburguesería cercana y escabiando birra a más no poder. Todos coincidían en que había sido un show tremendo.
Tomé un par de vasos rápido y la manija se me subió a la cabeza así que le mandé  mensaje a una chica que tenía en Tinder.
Nunca había sido muy fana de la aplicación pero cuando corté, en una de las juntadas que los pibes fabricaron para bancarme, la Garza me convenció de que no tenía nada  de malo, que si no lo usaba ahora cuándo y otros argumentos implacables mediante los que proyectaba en mí las ganas bárbaras que tenía de desmonogamizar su  noviazgo de cinco años.  Esa noche bajamos el programa, jodimos un rato y después quedó ahí a mi disposición.
Primero empecé a usarlo en el tiempo de espera en el inodoro y después compulsivamente antes de irme a dormir, o en el subte y hasta en el trabajo.  La semana anterior al recital, había estado hablando con una que me había dado más bola que el resto y  esa noche cuando la tantié no tardó nada en responder: estaba todo bien para ir a tomar algo.
Les dije a los chicos que me tomaba el palo y al toque estaba manejando el auto por Avenida Santa Fé yendo a buscar a la muchacha.
 Decidí llevarla a un bar alejado para no cruzarme con nadie. “Vos no pensés demasiado”, me dije, “vos dale dale dale”.
Llegamos, ella pidió gin tonic, me pareció un buen indicio así que pedí lo mismo y empezamos a charlar. A pesar de ser del sur ( de General Roca) era re aburrida, intentamos diversos tópicos pero en ninguno logramos conectar demasiado.
Pedí tiempo muerto para ir al baño, mee con fuerza la birra que tenía encima,  me lavé la cara y como un mantra recité en voz alta “vos dale, dale, dale”.
Volví y ella se había terminado el trago así que pedí dos gin tonics más y empecé con el operativo beso posándole una de mis manos sobre la suya y jugueteando con el dedo pulgar. “Vos dale, dale dale”
Creo que hablábamos de bandas de rock nacional cuando acerqué mi cara a la suya pero ella la alejó y comenzó a hacer chistes sobre mi pelada. Sorprendido por su repentina mala onda  y herido en mi orgullo, reculé y me fui para atrás, me vino bien porque ya me dolía la espalda de estar inclinado tirándomele encima.
Pero la piba había hecho bien, la referencia a la debilidad capilar me había motivado, ahora  me la quería transar a toda costa,  así que al rato volví a la carga y  esta vez no opuso resistencia. Mientras nos besábamos fuerte noté que su saliva tenía gusto a pimiento de jamaica en el mejor de los casos ,porque el pimiento es picante y esto era más bien agrio como esas leches que uno se encuentra en la heladera cuando vuelve de la costa.
Pero pensar no era negocio así que de nuevo “DALE DALE DALE DALE”
Pero no, esto no era pensamiento era sabor “DALE DALE DALE”
Y a meter mano y se pone todo hot y pido la cuenta y nos estamos yendo en mi auto a su casa y pongo la radio y la miro de coté y no me dan nada de ganas, tengo atorados esos besos de  arroyo entubado y me imagino todo  garchado en un departamento de Barrio Norte mirando un cuadro de naturaleza muerta que debe tener encima de la cama,  con mi pija descompuesta extrañando lo que alguna vez tuve.
“Otra vez todo lo bueno se te fue” decía uno de los temas de El Mató que había anotado en el celular. Lo sentí sonando en la boca del estómago. Hay que estar atento a la panza, pasa buena data, es más clara que la mente.
Cuando llegamos a la puerta de su casa, volvimos a transar.
A pesar de estar gomoso le dije que groso conocerla, que la había pasado muy bien, que arreglábamos para otro día pero que esa noche no.
Llegué a casa y el vecino estaba de joda con amigos. Imposible dormir.
Me clavé un ibupirac, bajé una botella de agua mineral y me tiré en el piso con las piernas para arriba apoyadas en un estante de la biblioteca.
Con auriculares escuché el disco “ Un Millón de Euros” de punta a punta.





domingo, 4 de diciembre de 2016

Desayuno seco


“No tiene mucho sentido que vayamos si pronostican lluvia”, dice Paula. “Siempre está bueno cambiar de aire”, le contesto con una frase que podría haber usado mi viejo. Después, ella confiesa que en realidad tiene alta resistencia a tomarse días libres, que mejor vamos.
Antes de subir a la autopista, nos agarra un semáforo y vemos que hay un set de filmación: las cámaras apuntan a unos vendedores de flores que tienen un cartel colgado que dice “jazmines 20 pesos”. Pregunto si son actores. Cuando pasamos por al lado, ella dice que obvio que sí, que son unos chetos bárbaros, que cómo no me di cuenta. Me defiendo diciendo que no me daba bien el ángulo.
En la víspera de un fin de semana largo, la ruta está hasta las manos. La bancamos a paso de hombre, nos contamos cosas de la semana.
A mitad de camino, paramos en una estación de servicio a tomar café con leche. Los devolvemos y pedimos que los calienten un poco más. Como dicen los chinos “el agua tibia no sirve para tomar té ni para bañarse”. Ella agrega dos medialunas y yo no pido nada.  Al toque me arrepiento y pido una factura con membrillo.
Me da un poco de cosa llegar, la estamos pasando tan bien en la ruta. Frenar siempre da un poco de cagazo. Aparte, tenemos la sospecha de que puede estar lleno de familias ruidosas con nenes llorando.
Al final demoramos porque las cabañas no están donde dice el GPS. No quiero bajar a preguntar, siempre me da verguenza ser turista y más todavía si es un pueblo de la Provincia de Buenos Aires . Pero como el lugar sigue sin  aparecer, no nos queda otra. Por suerte se ocupa ella.
La casita es bastante pedorra, se escucha a la gente de al lado charlando, parece una familia que se lleva muy bien.
Nos tiramos en la cama, le empiezo a meter mano. Me encanta meterle mano, me encanta su culo y que se acuerde siempre de todo. Más tarde, en una parrilla sobre el río le pregunto quién dijo que cuando las cosas en una pareja arrancan complicadas es muy poco probable que después caminen. Piensa un toque y dice que fue esa amiga del gordo que nos cruzamos en Córdoba. Es lo más.
El mozo que nos atiende es gay. Mientras toma el pedido, un perro negro se acerca y se tira al lado de la mesa. Qué fiesta ser un perro y que te toque vivir en una parrilla al lado del Paraná. En algún momento queremos tener uno y que se llame el Negro Pablo como el personaje de Okupas.
Charlamos un rato sobre lo difícil que debe ser comérsela en un pueblo como Ramallo y sobre gente que conocemos a la que le cuesta salir del placard, debe ser re duro.
La carne está buenísima. En un momento el viento se empieza a sentir,  mientras ella se pone su buzo gris con capucha, una vaquita de San Antonio se posa en mi celular. No hay captura de pantalla para eso.
Pedimos flan mixto y mientras lo cuchareamos inventamos un juego que es adivinar dónde está y qué está haciendo el hijo de Palermo que se llama Ryduan.
Cuando volvemos, vemos que la familia consolidada al final es un grupo de cinco amigas que está haciendo un asado. Se quedan gritando hasta cualquier hora. Tipo una, Paula se acerca con buena onda a pedirles que bajen un poco la voz, pero ni bola. Ella propone buscar algún ruido blanco en el celular, elijo un youtube que se llama “ruido a ventilador para dormir” y con eso la piloteamos. A la mañana me despierto y ella está tapando la ventana con una frazada porque la luz le da  directo en la cara. Me paro, la ayudo y nos volvemos a tirar. No hay chance de dormir con el grupo de amigas desayunando en el jardincito que da a nuestra ventana. Vuelvo a activar el ruido blanco, ella se duerme pero yo no.
Hago un mate y agarro un libro. Se escuchan gritos, esta vez desde el palier de la cabaña de al lado, cogoteo por la ventana para ver quiénes son y veo dos parejas de cincuenta y pico: los hombres hablan de pesca y las mujeres sobre un all inclusive.
En pocos minutos se arma una tormenta descomunal que calma las voces de todo el mundo. Por la ventana se ve el agua cayendo sobre una cancha de voley, los árboles se mueven y de fondo, el río va cargándose de agua.
Se despierta Paula, me abraza y nos quedamos mirando el paisaje un rato. Le ofrezco un mate, me sonríe. Dice que no le gusta dormir con ruido blanco.
Nos tiramos en el sofá a leer. Después de un rato, cortamos unas frutas que trajimos de Buenos Aires.
Nos colgamos leyendo y, en un momento, empieza un ruido violento. Pienso que están cortando el pasto. Ella dice que es un helicóptero. Intentamos pensar que tanta intensidad no puede durar demasiado pero pasan los minutos y el ruido no baja un centímetro.
Salgo al palier y veo a lo lejos, sobre la calle, a un grupo de cinco motos y un auto que dan vueltas en círculo. Me voy acercando, es un juego donde el auto va  haciendo círculos sobre un gran charco de arena y barro mientras las motos se meten en el medio por turnos, algunas hacen willies, otras derrapan y cuando el conductor  se cae, lo tiran al charco donde el resto lo castiga tirándole más barro. Así una y otra vez.
Vuelvo a la cabaña bajo la lluvia, le cuento a Paula de dónde viene el ruido y agarro el celular.  Miro los mensajes. Parece que esta vez no es joda: se murió Fidel Castro.

jueves, 3 de noviembre de 2016




Por primera vez en la vida
me siento un tipo grande.
Los desconocidos no dudan
en llamarme de “usted”
y se pusieron de moda
esos pantalones a cuadros
que mi novia no me deja comprar.   
Una empleada doméstica
se pierde la oferta de  
cuatro mil pesos un sillón
por caminar mirando al piso.

El colectivo viene lleno
lo dejo pasar,
las pintadas del Partido Obrero
convocan a pelear contra los despidos.
Ayer,
la abuela me dijo
que con esa
fueron tres
las veces que me vio en el año,
que si se muere
no voy a poder
con la culpa.

Llega un 152 con lugar para ir sentado.
A media mañana,
todavía hay gente
yendo a trabajar:
un oficinista
le explica a otro qué es
el súper dulce de leche.

Camino por la calle Paraná
buscando precios
para estampar
la heladera de mi casa.
“No trabajamos ese escudo mugroso”, me dice el vendedor
cuando le consulto
por el de Boca.
“Podés preguntar en el local de enfrente”

Me alegra que me haya tuteado,
le digo que muy amable, cruzo
y me meto en ese negocio,
me recibe una chica linda
aunque con la cara
un tanto plana.
Me confirma que lo tienen
y que además ahí
le estamparon un frigobar
al Chelo Delgado.
El Chelo eligió
una foto con su señora
en la playa.
Parece que ahora
lo nombraron director
de un registro de la propiedad automotor.
La agradezco a la chica
por la información
y ella me deriva
con otros vendedores
para señar la compra.

Se hizo la hora del almuerzo.
En Pippo hay panera
un oasis en el medio
de la ru-cu-li-za-ción
de la ciudad.
Cuando voy al baño,
el mozo me intercepta
me pone contra la barra
y me susurra
que los que quieren decretar
el fin de las paneras
son de la misma mafia que distribuye
facturas con gusto a silla de jardín
en todas las estaciones de servicio.
Le prometo
que voy a andar
con cuidado.

Repitiendo el pesto, salgo.
Se nota que el invierno
va desarmando su feria.
En poco tiempo,
las calles con árboles
van a ser el vip de la ciudad.
Serán pocos los que sobrevivan.
Los que tengan fé en las cosas
tienen más chances
de no vivir rodeados
de repasadores que no secan.
La fé
es la confianza
en la eficacia de gestos rituales.
La fé
es la capacidad
de soportar la duda.

Y en Flores
ese corazón esotérico
de la patria escéptica
me dijeron:
que hay que ver al Cristo
detrás del asesino,
estrechar la mano bien firme
como los hombres de oficios.

Y dejar de decir “buen finde”
ese saludo
- ya está comprobado-
nos está llevando
viernes a viernes
directo
a una muerte en vida.


jueves, 13 de octubre de 2016

Fin de año




Hace mil años leí una nota sobre
pibes de la calle que limpiaban vidrios.
Podían soportar que la gente no les diera plata. Pero los sacaba cuando el auto lo manejaba un tipo de la edad de ellos y venía con una chica riéndose. Ellos nunca iban a tener un momento así.

Se lo cuento a Paula
mientras bajo la ventanilla para tirarle
unos mangos al chabón por el lavado a las trompadas
que le metió al vidrio parabrisas de mi auto.
Estamos a la altura de Plaza Italia
cuántos 31 de diciembre más lo estarán esperando
detergente en mano.

El 31 de los limpia vidrios
el 31 de los que tienen familiares internados en el Tornú.
el 31 de los bipolares.
A ver quién recoge el guante y escribe sobre eso?

Nos vemos después de las 12? pregunta Paula
es una noche difícil para coordinar
coincidimos en que mejor VAMOS VIENDO VAMOS HABLANDO.

Ella tiene pileta con amigos
yo, el pequeño departamento de un tío que maneja dos taxis
mi tío es un loco con plan
Buenos Aires está lleno de locos con planes.
Ella va a tomar pepa
yo voy a clavarme diez empanadas de la abuela Celia.

Hace mucho que no paso año nuevo en la ciudad
las horas se hacen de latex.
El 30 la computadora del trabajo me obligó a cambiar de contraseña
pasé de “CarlitosTevez86” a “Aceptaciónyvoluntad”.
Cada tres meses el sistema pide un nuevo password
cada elección demanda compromiso
cada elección es un tatuaje de henna trimestral.

Te confundiste que lo pasás con nosotros? me recibe el tío.
Pinta para una noche de embole
me sirvo en un vaso de plástico la primera dosis de vino
hay una prima segunda que se hizo las tetas
se nota que viene brindando desde temprano
mi primo Jonás ve el flanco abierto y le empieza a decir barbaridades.

La abuela le entra como loca al guacamole y mi vieja la caga a pedos.
Tiene diarrea hace cinco días, en otras palabras, le pide que tenga misericordia con esa salsa.
De la música se ocupa una lista de spotify
mamá me presenta a una tía
me sirvo más vino
es muy cálida y generamos tema de conversación rápido.
Está con el marido que también tiene pinta de copado. Ella se compromete con la charla, sólo se distrae cada tanto, para mirar en qué anda su hijito que es un ángel rubio que no para de caminar y saludar.
Cuando los padres tratan bien a los hijos, los hijos se portan bien, me va a decir mi vieja cuando al día siguiente me llame para asegurarse de que TODOS LA PASAMOS BIEN.

Van a ser las doce
se llenan copas
¿Sidra o espumante? va preguntando mi papá
le digo que parece un azafato de american airlines ¿pollo o carne?
por lo menos estoy haciendo algo, por lo menos no tengo esa cara de nabo, responde.
suena el teléfono, es la parte de la familia que se fue en 2001
mi primo Jonás empieza a leer un ritual psicomágico de Jodorowsky para el año que empieza
ya suenan los petardos, ya estoy borracho, ya es 2016, salud, felicidades, chin chin.
Me acerco a la abuela que quedó adherida a un banquito
no supo o no quiso pararse a brindar.

Entra llamado de Melón
no importa mucho lo que digamos, los dos tenemos la dicción escabiada
nos hicimos amigos en el momento en que uno ya no se hace más amigos.
a pesar de estar los dos sobrepasados de lazos sociales, nos sumamos uno más porque valía la pena
quedamos en vernos más tarde en la fiesta de Palermo, esa en la calle a la que va todo el mundo.

Me voy de lo de mi tío, paso a buscar a La Garza que ya está con Diega y Agus
el plan de la noche arranca en la terraza de Jerry en Vicente López. Parece que organizó una especie de fiesta. Ustedes no vieron al nuevo Jerry, dice Agus, no lo van a reconocer, está flaquísimo.
Llegamos en veinte minutos, la terraza es chica pero está bien. Unas luces navideñas y la luna iluminan lo que lo que necesita ser iluminado. Corre brisa, hay cumbia, chicas.
Si pedís más de la noche del primero andate a Punta del Este.
Lo vemos a Jerry parado hablando con una piba.
Es cierto que no hay rastro de aquella panza, se lo ve tan delgado y estilizado que no parece petiso.
Estás remasterizado le digo a modo de saludo
nos reímos
el chiste funciona porque él es músico
toca la batería en Superchería
una banda del carajo( https://supercheria.bandcamp.com/album/la-naturaleza-de-las-cosas)

Voy a la cocina a buscar vasos
pero hay cero vasos
me pongo la 10
agarro una botella vacía de agua, la corto con un cuchillo, sale un rutero, Fernet y coca sí hay, hay una bocha.
A mi regreso, se sumaron más amigos, están en ronda, dos o tres me comentan un texto que les mandé en la semana. Me dicen las partes que les gustaron, cada uno menciona pasajes distintos.
La Garza cuenta que lo escuchó con Funky de fondo y eso me re emociona
circulan unas flores riquísimas
todo está bien pero detecto que por mi segunda pantalla empieza a deambular una sombra inquieta
siento como si tuviera una mosca en el mono ambiente de mi cabeza
va zumbando más y más
me agarra cagazo de que los chicos no me lean más, que en algún momento ya no les importe lo que escribo, que la escritura deje de funcionar como ese último hombre que me salva las papas en los partidos ásperos.
“I have my poetry and books to protect me” cantaban Simon y Garfunkel (https://www.youtube.com/watch?v=JKlSVNxLB-A)

Me desengancho de la ronda, empiezo a estar pendiente del celular, Paula al final está de pasti.
No se entiende bien si en la casa con pileta o en la fiesta de Palermo.
Hace poco leí que con las mujeres sólo se pueden hacer tres cosas: quererlas, sufrirlas o hacer literatura. La verdad que con Paula no tengo la más puta idea de qué hacer.

Ahora se debate si pasar o no por la fiesta de Palermo.
Agus dice que el cero a cero en la noche de fin de año es negocio.
La Garza que al revés, que arrancar el año conservador sella la suerte de uno mediocre.
Diega marca que hay dos pibas al lado de la parrilla pidiendo que alguien las encare.
Agus gira y dice que tienen cara de militar en Nuevo Encuentro.
Hago un paso atrás para que me de el ángulo y tiene razón, visten unos vestiditos que seguro resisten con aguante.
Desde que los gremios en Morón cantaron “hay que saltar hay que saltar que Nuevo Encuentro no existe más” tuvieron que cambiar el nombre del partido.
Ahora es Resistiendo con Aguante.
Cuál es la diferencia entre resistir y aguantar?
De repente algo define que vamos a la fiesta de Palermo.
VAYAMOS A VER UNOS CULOS, DALE UNOS CULOS A PALERMO. UN CULITO.

Al toque estamos en el auto, maneja otro porque yo estoy de regalo.
Le escribo a Paula que estoy yendo y me responde que ya se fue, que está en la casa, que nos vemos cuando vuelva de Miramar.
Qué pijazo.
Lo leo en voz alta. Y son casi las cinco, me dice Diega. Pero es año nuevo. Pero es tarde. Pero qué mierda. Pero no te enrosques. Pero VAMOS A VER UNOS CULOS UNOS CULOS. UN CULITO.

Llegamos a la fiesta
en el medio de las cervezas, de los parlantes, de la gente
le escribo que la quiero ver
responde que está hecha un despojo humano
(DESPOJO HUMANO)
ya fue, la voy a buscar. Cuando estoy tocando timbre me llama La Garza, se olvidó las llaves en mi auto.

Ella baja, para ser despojo humano está buenísima
recuperamos a los chicos que están mojados por una lluvia que no se entiende de dónde vino.
Son como las siete de la mañana, llevo a cada uno a su casa.
Terminamos con la Garza y Paula en una Shell. Él compra un paquete de pepas y una coca grande. Le devuelvo las llaves y se va a dormir.

Me quedo con Paula mirando un monitor que muestra personas que robaron o hurtaron por la zona. O en la estación de servicio, no queda claro.
Arriba dice “wanted” como en las películas norteamericanas. Cualquiera.
Cualquiera que la empiece a acariciar como si estuviéramos viendo una de Tom Hanks y Meg Ryan.
Ella me dice que la angustia mirar eso, mejor vamos a tu casa.

Dormimos, nos despertamos, dormimos un rato más
cuando abro los ojos esta segunda vez
siento su pelo sobre mi nariz
no se
si después de las vacaciones nos vamos a volver a ver
o si
nos vamos a despedir amablemente y cada uno volverá a sus tareas habituales
o qué
trato de no despertarla cuando me saco su pelo de mi cara pero me muevo demasiado
ella se empieza a desperezar y en su espalda que asoma
por debajo de la sábana
está escrito en indeleble que el 2016 lo empezamos juntos.
Tenemos hambre
solo hay un un lugar que puede estar abierto
estaciones de servicio y año nuevo
un sólo corazón.
El Esso Shopp
es un iceberg
los empleados no lo notan, parecen vampiros del frío.
Café con leche y panini.
La alcanzo a Retiro

Un rato después me manda un audio:
Retiro está hostil
colas para el baño, no se puede cargar el celular, los aires acondicionados no dan abasto.
Se escucha de fondo que se anuncia la salida de un micro
a Buratovich
o a Tres Arroyos
a Oberá quizás.
Quién será la mujer que hace la voz del altoparlante?
cuánto tiempo le habrá llevado grabar los nombres de todas las ciudades?
será feliz?

domingo, 4 de septiembre de 2016

Coto


El lunes
un hipermercado va a crecer
un piso más.
El hormigón
cubrirá todo.

Los pájaros geométricos
se dejan ver desde el balcón
por última vez.
Cambian de dirección en un instante
nunca se chocan:
no hay ave lider.

Un rato antes,
con el sol del mediodía,
despedimos la vista
escuchando música
en esos parlantes
tan piolas
que me hice traer de afuera.

Al final,
la tecnología del siglo veintiuno
no fue de computadoras gigantes
sino de cositas que funcionan bien.

Por eso,
la banda sonaba mejor
que cuando la fuimos a ver.
Nadie hablaba encima
ni nos empujaba.

Es un buen momento
para vivir en otros barrios.
Ya lo dijo Bianchi:
los ciclos duran tres años.

Cuando nos estudie una civilización
de otro planeta
quiero que vea
esos cigarrillos armados
que vos hacés.
Hoy,
en el barrio chino,
compramos una cajita
para que los guardes.
Cada uno imaginó
un lugar de la casa nueva
donde te la vas a olvidar.

También es una buena época
para dejar de ir al microcentro
y evitar esos días
todos iguales.

La cabeza tiene buenas razones,
pero
las vísceras deciden mejor
porque tienen
la información completa.

La gente
que solo la pasa bien
los fines de semana
en realidad
no la pasa bien
los fines de semana.
No quiero ser de esa manada.

Pero por ahora, sigo acá.
Me bajo del tren,
las campanadas de la Torre de los Ingleses
no convocan a nadie
entre tantos auriculares
y bondis
apareándose.
Retiro es un Animal Planet urbano.

Camino a la oficina y
me siento
un careta
entre los motoqueros
que
fumanchean
desde las nueve de la mañana.

Nadie se da cuenta
de que hay un perro perdido
en el medio
de la calle Florida.
Podríamos adoptarlo
para que no siga
ligando patadas
de los tipos que trabajan
de repetir

cambio, cambio, cambio.


domingo, 31 de julio de 2016

Moqueca





Lo nuevo,
cuando no es agresivo,
es bueno.
Me pondría triste
si se te cayera
un monito en la cabeza.
Cuando quiero hacer voz de travesti,
me sale de señora.
Si te llamás Norma,
es muy probable
que tengas hijos repetidores.

Así son las charlas con ella,
me hacen sentir muy lleno
y quedarnos en la cama
hasta tarde
es como haber salido campeón de algo.

Qué lindo que caminemos
de vacaciones por la peatonal
buscando la feria.
Gracias al olor a sahumerio
la encontramos.
Los hijos de los artesanos
corretean por ahí en pelotas.

Pero de repente, un tipo viene pedaleando
medio escabiado y
nos tira la bicicleta encima
Lo puteamos
más por reacción que por decisión.
Se  baja, me insulta en su idioma,
me mira ciego, viene hacia mí.
De visitante y con novia:
no hay peor escenario para una street fight.
Pero “gracas a deus” recula y se aleja.
Suspiramos y entramos en una discusión
sobre dónde cenar.

Me agarra la primera duda del verano:
qué fluido había salido todo
hasta ese momento.
Me fastidio.
Bah,
ella dice que me fastidio y
yo me fastidio
más.
Hay dos puertas:
la de la pelea, siempre tentadora
y la de la composición.

Le pido perdón.
Le digo que todavía
siento la mirada del tipo
incrustada en el estómago,
que me tengo que sacar la mufa,
la mala vibra,
como diría una banda
de reggae nacional.
Sonríe y me da un beso
“para equilibrar la mala onda
que te dejó el chabón”
Ahora sí aparece el lugar perfecto
para comer moqueca.

Inventamos un dispositivo:
cuando uno cuenta un chiste malo
tiene la sanción
de hablar en gallego un rato.
Hasta que alguien haga un chiste de gallegos
en alguna parte del mundo,
ahí se rompe el sortilegio
y podemos volver a hablar
en argentino.

La pasamos bárbaro
hasta que se sienta una familia de argentinos
a comer en la mesa de al lado.
Parece que todavía no le compraron regalo
a la tía Lidia
rompen las pelotas de lo lindo
con la tía Lidia.
Pagamos y nos vamos
a tomar algo al bar de enfrente:
ella quiere un licuado de banana.

El mozo dice que va a verificar
si tienen bananas.
Verificó: tem banana.
Esa noche pongo en la habitación
un tema de Callejeros .
Vaya a saber qué significó
para cada uno en el pasado
porque
lloramos sin parar
abrazados.
Se genera una pasta
mezcla de lágrima
y protector solar.

miércoles, 20 de julio de 2016

Es hora de buscar lo esencial.


Tengo un grupo de cinco amigos de muchos años con los que nos vemos mucho, pero es muy difícil que podamos coincidir todos. Siempre hay uno o dos que van rotando en sus ausencias. Cosas que pasan cuando se cumplen 30 años y tener tiempo es un anhelo que no sabemos cómo materializar.
Pero, hace un par de fines de semana, conseguimos reunir al grupo completo en la casa de La Garza. Se había comprado una licuadora zarpada así que el plan era hacerla explotar de ron y frutas. Después de unos tragos, fumamos y La Garza empezó a tocar Claro de Luna de Debussy. Armamos una ronda para disfrutarlo más y, cuando terminó, se armó un torneito de dardos.
Después, Capo (tenemos un amigo que se llama “capo” de apodo porque en una época se la pasaba diciendo “qué hacés capo, cómo andás capo”) propuso llevarnos a dar un par de vueltas en auto y de paso buscar algún lugar para cenar. Apuntamos para un bodegón que Diega conocía en Villa Devoto, Capo iba agarrando calles oscurecidas por copas de árboles y su Corsa planeaba como si fuera una golondrina aterrizando en una pileta.
Fuimos hablando de cosas que no duelen y, cuando llegamos, teníamos más ganas de irnos a la mierda y agarrar Panamericana que de sentarnos a morfar. Cada vez llama más la atención esa  expresión “irse a la mierda” cuando curiosamente la mierda es el lugar donde uno está.
Pero bajamos y nos ofrecieron un menú de 250 pesos por persona con picada libre. Los cinco somos muy distintos, sólo millones de coincidencias pueden explicar que hayamos terminado siendo amigos pero de golpe la amistad adquiere cierta lógica cuando en simultáneo, todos entendimos que ni en pedo nos quedábamos a cenar ahí. De la boca de Bily salió la frase de que era gran lugar pero para cenar dentro de treinta años. Regresamos al Corsa Golondrina.
Yo iba en el asiento de atrás, no me sentía tan entregado desde los viajes de pibe a Florianópolis con mis viejos en un Ford Escort sin aire acondicionado.
La calle Cuenca me enganchó con la mirada a través de la ventanilla, haciendo foco en par de familias que salían del cine de un shopping.  Si de uno a diez mis ganas de ser padre siempre oscilaron entre el cero y el uno, Cuenca había girado la manija del termostato a cinco, qué cinco.Sinceridad. Me agarraron unas ganas tremendas de tener ahí nomás a un pibito: llevarlo a ver películas y comprarle gaseosas.
Dimos un par de vueltas más hasta que apareció una parrilla que conocíamos pero había cuarenta minutos de espera. La Garza y Diega estaban en otra bancando mucho cómo había quedado el túnel de Constituyentes y proponían pasar por ahí antes de cualquier comida. Capo, que esa noche parecía haberlo entendido todo antes de que pase, ya había tocado el llavero del auto para hacer sonar la alarma que re abría las puertas del auto. Estábamos muy arriba, de afuera parecía que íbamos a Euro Disney.
No habían vendido humo, el túnel era imponente, tanto, que Diega arrancó con una cantito de cancha y desde el asiento de atrás todos aplaudímos.
A esa altura ya teníamos una lija importante y Capo anunció que estábamos cerca del Carlitos de Vicente Lòpez. De nuevo aplausos.Te voto para presidente, gritó emocionado Esti. La verdad que algo de razón tenía, no se si para presidente pero sí para intendente, o sea el tipo que interpreta las necesidades de un pueblo. Capo había demostrado estar atento a cada una de las cosas que íbamos necesitando en esa noche de verano. Estás chamánico, man le dije, atento como perro de campo. Se ve que lo hiperventilé de metáfora porque pensó que lo estaba descansado así que puso un pendrive en el estéreo e hizo sonar unas cumbias horrible a todo volumen.
Pedimos batatas fritas, papas fritas y un panqueque per cápita. En Carlitos los panqueques tienen nombres de famosos pero la moza se los sabía por número, esa virtud ya le pareció a La Garza motivo suficiente para tirarle onda. Le iba tirando números para que la mina diga los ingredientes de cada uno. Ella estaba divertidísima, es increíble  cómo cuando hay onda hay onda.
Hecho el pedido, conversamos re bien (si se me permite el verbo exagerado) de proyectos, de Messi y de minas hasta que empezamos con el tema de “la tòxica” que es la chica que sale con Diega y ahí medio que se pudrió.
Como en las cenas de noche buena algunas familias vedan la polìtica, nosotros deberíamos hacer lo mismo con la tóxica. Un poco  porque se genera mal clima y otro poco porque hay que ser oficialistas de las novias de los amigos hasta que ellos solitos las empiecen a putear.  Ahí sí uno puede panquequear y decirles que en realidad era una hija de puta que les hacía quilombo para jugar al fútbol los miércoles y que, en definitiva, no los dejaba ser felices.
Así que la cortamos y pedimos la ronda de panqueques de postre, yo compartí con Capo el 594 que era dulce de leche, bocha de helado de crema y nueces. Tranquera.  Y digo
“Tranquera” porque  esa noche estábamos  tratando de cambiar el “tranca” por “tranquera” y si bien es una causa perdida no la quiero entregar así nomás.
Me empezó a agarrar un sueño bárbaro y cuando capo me dejó en casa, el circulante de lípidos en sangre se transformó en un masazo que me tumbó hasta las doce del mediodía.
Cuando me levanté, sentí algo parecido a lo de esos farabutes que dicen que las cosas no terminan de pasarles hasta que van a terapia.
Desayuné sumergido en la incompletitud hasta que me decidí y mandé mensaje al grupo  de wsapp de los chicos: “ linda noche la de ayer, putos”, al toque la respuesta el de Esti: “ groso ver al team completo”.


Qué te pasa me preguntó el lunes Paula, por mensaje
Estoy medio bajo
Qué puedo hacer para que te sientas mejor
Rascarme la cabeza y dejar que te toque un poco el culo.
Nos encontramos en 10 en Plaza de Mayo?
Emoticones de los dos lados. qué bueno que laburamos cerca.


Cuando volvì a la oficina, le mandé que me había hecho bien verla, ella, ya tenía un audio suyo para escuchar.  
A la noche la pasé a buscar y caminamos por Villa Crespo, yo sólo necesitaba eso, que caminemos abrazados.
Eran como las once y media cuando frenamos en Angelito y comimos una milanesa a la napolitana con papas fritas.
Para vos Cuál es el peor castigo del mundo?
En qué sentido.
Cómo te vengarías de alguien que hizo algo malo?
Si fuera un fanático de los rolling stones, lo llevaría después del concierto y lo sentaría para que vea cómo desarman el escenario.
Paula, eligió este castigo:  estar en un boliche sin ganas.
Dimos una vuelta más hasta la esquina de Malabia y Corrientes. Había un local de venta de colchones todo vidriado con luces blancas muy encendidas,se veían como diez camas armadas con almohadoncitos y todo. No estaría bueno entrar una noche acá empepados y dormir en todas?
Cómo me gusta que sea tan drogadicta. Me encanta y me da pánico al mismo tiempo.


Me pregunto si tiene sentido escribir sobre estos temas.
Justo suena el teléfono, es mi abuela y pide una sóla cosa, me lo dice así, UNA SOLA COSA. Qué le compre el libro de enfermedades de Nelson Castro. Por qué querés ese, abu?
Porque me interesa, a quién no le interesa leer sobre enfermedades.
Los 30 vienen con un montón de preguntas, la vida sería más fácil si fuera como los formularios online que uno llena para agarrar wi fi gratis, esos donde uno pone nombre falso, y en el espacio de correo electrónico pija@pija.com.ar. Después navegar tranquilos. Navegar es preciso, vivir no tanto.
Para ganar pareciera que hay que estar dispuesto a bancarse perder. Aceptación paciencia y voluntad. Sobre todo paciencia que es la madre de la voluntad.
Darle a los miedos un abrazo como esos que se les da a una pareja por la que uno todavía siente un montón pero por alguna razón está cortando. Ese abrazo final, sentido, desgarrado. Pero que sirve. Para dejar y ser dejados.