domingo, 16 de septiembre de 2007

Enfermo


Las capas de papel de aluminio se despegan lentamente.
(Un termómetro)
Cientos de tizas dibujan deformes triángulos sobre pizarrones que alguna vez fueron negros.
(Vaso de agua ya tibio)
Uñas crecidas se liman contra la pared.
(Algodones manchados con sangre)
La boca seca y pastosa. Los pies que transpiran sin cesar

Las persianas bajas. Se filtra un haz de luz por debajo de la puerta.
Hace fuerza para destaparse pero no lo consigue. Las manos le tiemblan.
El teléfono descolgado produce un intermitente sonido agudo.
Se toca la entrepierna. Hierve.

El aire de la habitación esta viciado. Huele a enfermo. Huele a enfermo que no se recupera.
El sorpresivo dolor de caer contra el piso. Se siente mejor al apoyar la cabeza contra el mármol frío.
Ir a visitar a la tía Mirta, devolver el dinero de la refacción, empezar terapia.
Pero la fiebre no entiende de promesas ni exige ofrendas.

Lo sorprende un escalofrío en el pie. Siente cómo se le arquea espasmódicamente la espalda.
Alcanza a escuchar los gritos de su vecino que se pelea con su mujer.
Recuerda que la canilla de la cocina está rota. Debe estar goteando.
Imagina cada gota saliendo intacta y desarmándose al chocar contra la pileta.

Se pregunta cómo pueden existir palabras tan ridículas como”azafata”, “ñoqui” y “cutícula”




1 comentario:

Sofía Libertad dijo...

este texto es re re re cortazariano , no ?



(te tengo que reguntar algo tecnico del bolg, a ver si me podes ayudar)
beso tomi!!