domingo, 3 de marzo de 2013

Country Story - Parte II


A los quince años Gus era virgen y anotaba cada película que veía en una libreta. Registraba el  nombre del director, los actores principales y le ponía una nota que siempre redondeaba para arriba. Disfrutaba más del momento de calificación que de la película en sí.
Cuatro años después, le hablaría  a Mara de ese hábito a la salida del Belgrano Multiplex pensando que eso podía sumarle. No se equivocó  porque terminaron de novios todo el año del CBC,  clave, porque esa relación le dio un ejercicio  sexual que no se consigue en  todas partes.
Pero a los quince, Gus todavía era virgen y pensaba que debía pasar las 207 películas vistas a un archivo de Excel teniendo en cuenta lo esforzadamente pequeña que venía siendo su letra para entrar en las hojas de la libreta.
Andaba parejo el tercer año del secundario de Villa Urquiza: la mitad de los pibes habían debutado y la otra mitad todavía lo miraba desde el banco.  El número uno era “Cheto” que no se había ganado el apodo por ir de shopping ni por estar gravado con ganancias sino a través de la degeneración de su apellido “Edtcheto”. Pero el pibe neutralizaba el apodo con triunfos: lucía desde primer año una zarpada barba,  daba la impresión de venir cogiendo desde el jardín de infantes y ahora, encima se bajaba a las de quinto. En el otro extremo estaba el Gordo Bender que con una singular capacidad para acumular tics nerviosos, iba depositando con la sumatoria de ellos cualquier posibilidad de garche en una galaxia más alejada.
 Y en el medio estaba el resto pero con una sostenida tendencia hacia al debut. De hecho cuando Domi, el  mejor amigo de Gus, le contó que finalmente la había puesto con una del club, sintió que ahora  sí le tocaba a él.
_ Igual es bastante putona , dijo Domi con sinceridad.
Pero Gus ya no lo escuchaba y  sentía que le habían colgado  una mochila cargada de  arena en la espalda.
_Fill in the gap with the words of the list, repitió Bitch.
Bitch era la profesora particular de inglés que preparaba a  Gus y a Lucas para dar el Advanced , exámen que viene después del First y antes que el  Proficiency.  Después ya no hay nada, bah  ahora inventaron los grupos de conversación en confiterías.
Bitch no era mala profesora y trataba de poner en las clases material  audiovisual para que no sean aburridas,  pero igual  cuando Lucas empezó con el apodo,  Gus lo bancó rápido. No podía  soportar que le metiera tanta pausa a las películas para forzarlos a hacer entre escena y escena ejercicios por escrito. Para eso era preferible limitarse a hacer essays o letters of complaint.
Gus había decidido que  las películas que veían en las clases no  se anotaban en su libreta.
“Día de bitch”  decía Lucas puntualmente cuando se encontraban  a las 17: 30 en la puerta del edificio que Bitch usaba para dar las clases, “bitch (…) puta” agregaba como si hiciera falta traducción. El lugar era  un bloque gigante ubicado en Barrancas de Belgrano, de esos que para acertar el timbre hay que ubicar con el dedo índice primero el piso y después recién ir por la letra del departamento en una fila que iba hasta la “k”. Esperaban hasta y treinta y cinco abajo porque habían calculado que entre esa demora y lo que tardaba el ascensor perdían  diez minutos netos de clase.  En general andaba por ahí  Candido, el encargado del edificio, un tipo al que le costaba mucho entablar cualquier conversación  sin terminar insultando._ ¿Cómo están chicos? arrancaba siempre cordial. Pero al toque algo se le desconfiguraba y pasaba a agarrársela con la filtración de alguna vieja que al parecer era hijadeunagranputa e imposible de solucionar.
Un martes invernal Gus  caminaba bastante preocupado las quince cuadras que lo separaban del edificio de Bitch. Lo hacía con la mirada en el piso,  sólo despegándola para cruzar Cabildo y para después comprar un paquete de Mogul que liquidó de a dos gomitas en menos de un minuto. Cuando llegó, pudo ver a Lucas que había dejado su bicicleta apoyada en la pared opuesta a la del  portero eléctrico y lo saludaba con un resignado:_ Hay bitch hoy, qué paja.
Mientras esperaban a que se hicieran y treinta y cinco  vieron cómo dos pibes de unos veinticinco años  iban probando timbres, por lo que escuchó Gus se debatían entre el octavo “c” y el “ k”. Uno de los dos,  que andaba en remera a pesar de que era un día para buzo mínimo se dirigió a los chicos y les preguntó: _ ¿Las locas es el “c” o el “k”, saben? Gus que no había  entendido la pregunta  se quedó callado mientras que Lucas empezó a preguntar de qué locas hablaba cuando emergió desde el hall central Candido que abrió la puerta y los hizo pasar con cara de que los estaba esperando.
¡Locas, hay locas! gritó Lucas mientras sonreía.
¿Locas? preguntó Gus, todavía desconcertado.
_ Sí Locas, putas, prostitutas  enumeró Lucas  anulando cualquier posibilidad de duda.
La bicicleta de Lucas hizo que entraran apretados en el ascensor de tal forma que no podían mirarse, pero no hacía falta, no necesitaban cruzar miradas para saber que la re contra iban a hacer. Gus no sabía demasiado de su compañero de inglés, le caía bien pero ni siquiera eran amigos, los había juntado Bitch porque estaban preparando el mismo exámen. Debe estar en la misma que yo, pensó Gus, mientras se abría la puerta del departamento donde se daban las clases y se retiraba una alumna que rondaría los cuarenta años.
La clase de ese día fue particularmente desordenaba. Sumado a que los dos ella entraron  dispersos, en nada  cooperó la tremenda baranda a faso que se colaba desde el departamento de al lado. Lucas pateaba a Gus por debajo de la mesa para  señalárle que Bitch no se había dado cuenta del olor y él trataba de contener la risa que aunque incipiente, terminó delatándolo.  La profesora le preguntó si tanta gracia la causaba el peinado pasado de moda que llevaba Sue, personaje  del student book con el cual estaban ejercitando. Y ahí sí, Gus estalló con una carcajada incontrolable que incluyó lágrimas y hasta un pedido para ir al baño a lavarse la cara.
_ No podemos ir cualquier día, mirá si estamos entrando y justo nos pesca Bitch, dijo Gus mientras se despedían en la vereda.
_ Los jueves después de nosotros viene los empresarios, Bitch contó que hacen el intensivo. Eso nos da una hora y media para ver a las locas y después irnos sin cruzarnos con ella. El jueves vamos, propuso Lucas.
_ ¿Hacen el intensivo, estás seguro? preguntó Gus sorprendido ante el ataque de logísitca de su compañero.
_ Sí, sí y el intensivo dura dos horas,  yo la escucho, no como otros eh, la voy a romper en el advanced si sigo así,  contestó Lucas con cara de feliz cumpleaños mientras se subía a la bici. Se dieron la mano y Gus emprendió la vuelta a su casa: ya era de noche y para agarrar Echeverría tuvo que esquivar a un mendigo con frío  que le pedía una colaboración.
Esa noche tuvo dos sueños: uno porno con las locas  y otro paseando por los bosques de Palermo con Sue, ella vestía un conjunto deportivo adidas todo turquesa y hablaban de actores de cine que a ella le gustaban.
 La noche siguiente no durmió ni soñó.
El jueves de colegio fue interminable, lo carcomía la ansiedad por lo que se venía a la tarde.  La última hora se le  consumió mirando a Cheto y  pensando lo mucho que se le notaba que cogía: se deducía de la forma  en que estaba sentado, de la mirada que ponía ante el relato de la profesora y en la forma en que dibujaba el logo de Ac Dc sobre las fotocopias del libro de historia argentina de  Luis Alberto Romero.
En su casa lo esperaba un almuerzo de milanesas y ensaladas que apenas probó.
Se encerró en la pieza, abrió el Excel y empezó a pasar la libreta, se prometió no parar hasta las cuatro y media que era la hora de cambiarse y salir.  Cuando por fin llegó la hora iba por la setenta y cinco que era una cualquiera. Película: Cálculo Mortal; director: Barbet Schroeder; actriz: Sandra Bullock,  puntaje: siete.
Qué manera de regalar nota, pensó, mientras se abrochaba el cinturón de jean y agarraba una mochila con el logo de una banda de música apenas visible por las inscripciones en liquid paper que lo tapaban.










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