jueves, 31 de mayo de 2007

628

Ayer no me emborraché.
Hoy parece un buen día para salir del departamento.
La cola da vuelta la manzana. Delante de mí hay tres bolivianos. Uno es igual a Evo. No se hablan entre sí pero cada tanto se ríen del frío que hace.
Detrás de mí hay una chica fea que lee un libro sobre pedagogía.
Pasa un tipo vendiendo biromes para llenar los formularios.
Me entero de que estoy en la cola para renovar el pasaporte. No tengo pensado viajar a ningún lado. Da igual, pienso. Quiero llenar las horas. Que fácil que es perder el tiempo. Que sencillo es el transcurrir cuando uno está a la espera de algo. La cabeza ocupada, (pre)ocupada.
La cola avanza un poco y pasa el mismo hombre de las biromes ahora vendiendo sandwiches.
Me dan un formulario para llenar y un número. El 628. Trato de acordarme 628 nombres de jugadores de fútbol. Una hora después el cartel luminoso indica que van por el 528 y me pongo contento. A la nena que está al lado mío se le cae el chocolate caliente y se quema. Me río para adentro.
Una secretaria con cuerpo de ex pilar de rugby me informa que hay un inconveniente con mi trámite. Tiene que ir a reclamos!, me indica mientras mueve frenéticamente una birome con su mano derecha. La imagino a punto de hacerme un tackle, así que le doy las gracias y me alejo con rapidez.
Ya es casi de noche cuando la repartición de la sección del departamento del órgano de la entidad que dirige el subsecretario de asuntos migratorios me comunica que no figuro en la base de datos.
Mi “día de ocupación” alcanza su final. “No ser” es su saldo.
Vuelvo al departamento caminando, ráfagas de viento frío entorpecen mi andar. De repente siento que un viaje sería un buen proyecto. Uno día de estos debería pensar en ir a renovar el pasaporte.

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