martes, 14 de agosto de 2007

Espectro


Lo primero que siente al despertar es su boca seca.
Intenta tragar varias veces, luego recorre sus labios con la lengua pero la sequedad incómoda se mantiene. Está congelado, la frazada se perdió en algún momento de la noche dejándolo a merced del viento polar que ingresa por la ventana entreabierta. Allí nomás sobreviene la imagen de ella. Con puntualidad europea, como todas las mañanas. Como cada atardecer.
Es un día complicado con mucho para hacer. Agarra el auto y lo acelera: de todas maneras llegará tarde, el tránsito es un infierno.
En la radio suena una canción, se imagina que ella está a su lado en el asiento de acompañante. Le cuenta que ese tema le recuerda a una novela de piratas de Mark Twain. Es que de chico escuchaba esa melodía mientras leía el libro. Ella se limita a sonreir, se acomoda el pelo llevándoselo hacia atrás y sólo unos minutos después cuando la conversación parece olvidada le pide prestado ese libro. Posa su brazo sobre la cabeza de él y se la rasca con ternura.

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