domingo, 4 de septiembre de 2016

Coto


El lunes
un hipermercado va a crecer
un piso más.
El hormigón
cubrirá todo.

Los pájaros geométricos
se dejan ver desde el balcón
por última vez.
Cambian de dirección en un instante
nunca se chocan:
no hay ave lider.

Un rato antes,
con el sol del mediodía,
despedimos la vista
escuchando música
en esos parlantes
tan piolas
que me hice traer de afuera.

Al final,
la tecnología del siglo veintiuno
no fue de computadoras gigantes
sino de cositas que funcionan bien.

Por eso,
la banda sonaba mejor
que cuando la fuimos a ver.
Nadie hablaba encima
ni nos empujaba.

Es un buen momento
para vivir en otros barrios.
Ya lo dijo Bianchi:
los ciclos duran tres años.

Cuando nos estudie una civilización
de otro planeta
quiero que vea
esos cigarrillos armados
que vos hacés.
Hoy,
en el barrio chino,
compramos una cajita
para que los guardes.
Cada uno imaginó
un lugar de la casa nueva
donde te la vas a olvidar.

También es una buena época
para dejar de ir al microcentro
y evitar esos días
todos iguales.

La cabeza tiene buenas razones,
pero
las vísceras deciden mejor
porque tienen
la información completa.

La gente
que solo la pasa bien
los fines de semana
en realidad
no la pasa bien
los fines de semana.
No quiero ser de esa manada.

Pero por ahora, sigo acá.
Me bajo del tren,
las campanadas de la Torre de los Ingleses
no convocan a nadie
entre tantos auriculares
y bondis
apareándose.
Retiro es un Animal Planet urbano.

Camino a la oficina y
me siento
un careta
entre los motoqueros
que
fumanchean
desde las nueve de la mañana.

Nadie se da cuenta
de que hay un perro perdido
en el medio
de la calle Florida.
Podríamos adoptarlo
para que no siga
ligando patadas
de los tipos que trabajan
de repetir

cambio, cambio, cambio.


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