lunes, 4 de septiembre de 2017

El caso de los bancarios acusados de robar palmitos




Mis defendidos son dos bancarios del Banco Galicia sede Central.
La acusación en su contra consiste en haber robado veinte kilos de palmitos del chino por peso de las calles Reconquista y Sarmiento, mediante un complejo sistema de tubos y mangueras.

A continuación, mi alegato.
Lo que habrá sido ver cientos de cuadraditos brotando de esa manguera.
Lo que habrá sido ver esas verduritas del Señor escupidas a toda velocidad por la manguera negra que, según la pericia de Ingeniería Vial Forense, alguna vez conectó el radiador de un Renault 9 pero que, en realidad, siempre estuvo destinada a hacer desembarcar esos kilos de palmitos en la oficina principal del Banco Galicia Sede Central, justo arriba de la cabeza de los empresarios chinos que estaban por firmar un contrato de fideicomiso con el gerente.
La secretaria del funcionario de la entidad bancaria fue clara al prestar declaración testimonial. Cito textual sus dichos: “los chinos recibieron los primeros impactos de verdura con paciencia oriental”
Preguntada que fuere sobre qué quiso decir con “paciencia oriental”, la testigo respondió que para ella significaba “sin mosquearse”. Agregó que cuando los chinos vieron que el ataque persistía, retrocedieron varios pasos hasta la ventana que da al corazón de la manzana.
La fiscalía afirmó que si los empresarios chinos hubieran sabido que las verduras que cayeron sobre sus cabezas, habían sido robadas a compatriotas suyos dedicados al rubro gastronómico radicados en el país, hubieran reaccionado con mayor ferocidad. Incluso, la fiscalía no desechó la posibilidad de que hubieran contestado blandiendo sables, desenvainando algún tipo de arma milenaria o bien, activando bombas molotov sabor mazapán o amapola.
Comparto esa visión sobre que los empresarios orientales podían haberse molestado todavía más de lo que hicieron. Pero eso es hipotético, es teorizar sobre la eventualidad. Lo importante en este juicio es la calificación de lo ocurrido. Aquí acusan a mis clientes de “robo”. Pero para que haya robo, como bien ustedes saben, Señores Jueces, debe mediar violencia. Por lo tanto aquí, a lo sumo, podríamos estar en presencia de un hurto.
Definición de “robo” en el  Código Penal. Artículo 164: “será reprimido con prisión de un mes a seis años, el que se apoderare ilegítimamente de una cosa mueble, total o parcialmente ajena, con fuerza en las cosas o con violencia física en las personas”
Y si algo no hay en la maniobra que hasta aquí describí es violencia.
Qué violencia puede haber en un sofisticado sistema de tubos y mangueras que vincula dos edificios separados por tres cuadras como son el chino por peso de la calle Reconquista altura catastral 364 y el Banco Galicia Sede Central.
Entre esas tres cuadras podemos mencionar: aproximadamente mil trecientas personas trabajando; dos estaciones de subte - una de la D y otra de la B - ; un montón  de contaminación; no menos de nueve  mendigos; dos cajeros Link y uno Banelco; ambiciones; tradiciones; traiciones; un pitbull; tres conversaciones sobre lo rápido que está pasando el año; historias, historias de amor…
En consecuencia, no hay robo: la conducta desplegada no reúne los elementos del tipo subjetivo y objetivo para configurar ese delito.
Porque en el centro de la Ciudad, como bien saben ustedes que trabajan en la zona,  afloran las historias de amor: es la única herramienta para resistir al estrés, a la presión, a las antenas, a la radarización. ¡El amor es el único conjuro efectivo contra tanta hostilidad!
Les pido que me presten por un momento, al menos una parte de sus sesudos cerebros y miremos las fotos de los palmitos agregadas a fojas seiscientos del cuerpo principal de la causa. ¿No son perfectos? Perfectamente cuadrados, tan cuadrados que dan para explicación de clase de geometría del primario, imagínense al maestro diciendo: “¡esto es un cuadrado!” mientras señala uno de los palmitos; imagínense a los estudiantes interpelados por el ejemplo, enamorándose de la geometría primero y más tarde de las ciencias duras en general. El palmito en las currículas oficiales, en los planes de estudio aprobados por el Ministerio de Educación. El palmito como objeto de arduos debates en la  sala Alfonsina Storni de la Feria del Libro. Quizás estoy yendo demasiado lejos…
Pero concluirán ustedes conmigo que más que ante un delito estamos frente a una obra de arte: artesanal, inusitada, creativa y ¡mejorable también!
Porque debo admitir, excelentísimo tribunal, que el objetivo de mis clientes fracasó. Esos dos bancarios a quienes represento no querían ofender a los conspicuos representantes de la tierra milenaria y arruinar la reunión con el gerente.
Lo que mis clientes buscaban era que los palmitos cayeran en la zona de cajas para que los empleados pudieran disfrutarlos durante la jornada laboral que es larga y se pone áspera, sobre todo tipo dos de la tarde, cuando el hambre es un obstáculo para trabajar a buen ritmo y todavía falta una hora para el final del día.
Pero por algo pasan las cosas.
En este debate nos venimos a enterar que el contrato que arruinaron estaba destinado a tercerizar a gran parte del plantel de la empresa a una sociedad off shore que iba a desligarse de toda responsabilidad cuando viniera la primera tanda de despidos.
¡Entonces más que condenar a los bancarios deberíamos agradecerles!
Sacar a luz semejante maniobra espuria que iba a redundar en todo tipo de injusticias es algo encomiable ¿Y el sistema penal argentino los quiere condenar por robo?
Gracias a que mis clientes erraron el destino donde debían desembarcar las verduras, se provocó que los chinos se ofendieran o que lo tomaran como un mal augurio o vaya a saber cómo se interpreta el impacto de verdura en cara en esa cultura ancestral… pero lo cierto es que gracias a lo que hicieron los bancarios, no se firmó el contrato.
Si no fue algo valioso lo que hicieron los imputados, cómo explicar la conducta de sus compañeros de trabajo, que los aplaudieron, les agradecieron y después los votaron delegados gremiales.
Cómo explicar que cuando fueron al sindicato a entregar las planillas de la elección fueron  de nuevo aplaudidos por un auditorio completo y no estaban los bustos de Perón ni Evita porque La Bancaria es un gremio más bien radical pero sí estaban los cuadros de Além e Irigoyen como testigos de la gran ovación.
Cómo explicar que  hasta la CGT tomó nota del accionar de estos osados hombres. Y Moyano - que ahora está con más tiempo- fue a visitar a mis asistidos, los felicitó y les dijo
que iba hacerse cargo de resarcir de alguna manera a los chinos del comercio de Sarmiento y Reconquista, que ellos no tenían nada de qué preocuparse, que el movimiento obrero organizado les estaba agradecido.
También les dijo que se necesitaban más bancarios con esa adoración por los palmitos y sus compañeros, más fé en las cosas, más mandar todo a la mierda, más programas de AM que se llamen “trasnoche paranormal”, menos bolsas de instituto del diagnóstico Rossi, menos té orgánico, menos rúcula, menos desodorante Glade aroma “espíritu jóven”, menos libreros que no saben nada de libros.
En fin, señores jueces, público presente, señores de la embajada china que se presentaron como querellantes, sociedad civil que mira este juicio por los canales de televisión: por la presente solicito la absolución de los bancarios. En subsidio pido la condena por hurto, que es un delito excarcelable. Argentina no puede darse el lujo de tener a estos dos héroes en la cárcel ni un sólo día. ¡Basta de presos políticos!
Como dice un refrán justamente chino: “el agua tibia no sirve para tomar té ni para bañarse”
Por si no se entiende la metáfora, señores jueces: pongan los huevos sobre la mesa, aunque la mesa sea de metal y esté fría. ¡Absuelvan!
Será justicia.


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