martes, 11 de diciembre de 2007

Una muerte a lo Lisandro de la Torre

Es martes, llueve mucho y no tiene trabajo. A su criterio no es el mejor día para suicidarse.
Camus dice que quien ha pensado en la vida ha analizado las formas de suicidarse. Él( no Camus sino nuestro personaje) siempre fue de los que dicen preferir una muerte con mucha luz, a sol radiante. Una muerte más al estilo Lisandro de la Torre quien interrumpió su vida en una coloreada tarde de enero.
Sin embargo para morir a lo de la Torre no le alcanza con suicidarse una tarde de verano, para que su muerte tenga algo de aquel estilo, debería nuestro hombre por lo menos apreciar la vida. Pero en cambio la desprecia profundamente, le parece la más repulsiva invención de todos los tiempos.
_” La vida es una porquería” se cansaron de escuchar en conversaciones de sucias pizzerías los amigos ocasionales que supo tener.
Sumergido, ahogado en esta percepción, la diferencia entre morir y vivir se le torna difusa: quitarle ese peso específico al vivir al menos desdramatiza el final. Claro que también vacía la vida misma de ese sabroso néctar que tan bien puede degustar quien ha sabido aprovecharla.
Le agrada la idea de dejar sobre la mesa de la cocina una señal, algo para recibir a quien sea el indicado para forzar la puerta de su casa y encontrarlo muerto. Posiblemente será el portero alertado por el nauseabundo olor a carne humana, o los vecinos, o quizás Ana. Ojalá que sea Ana.
Le divierte la idea de dejar algún tipo de enigma indescifrable pero no se le ocurre nada demasiado misterioso. Opta por escribir unas líneas en prosa, pero también le resulta complicado. Es difícil escribir sobre la muerte, tantos han ya escrito sobre la muerte. Trata de concentrarse pero es en vano, no puede dejar de pensar en la siguiente imagen: una pila de libros sobre la muerte adentro de un inodoro y él tirando una y otra vez infructuosamente la cadena para que ellos desaparezcan entre las fuerzas centrífugas del agua. Pero no lo consigue: son muchos y grandes volúmenes, la mayoría tienen tapa dura y no logran abrirse pase por el agujero que resulta demasiado pequeño.
Resuelve entonces no dejar ni enigma ni escrito en prosa.
Escapar a los lugares comunes siempre fue su obsesión y hoy en la antesala del fin odia hacerlo mediante el trillado recurso del suicidio. Vaya clishé, vaya poca elegancia. Pero sigue siendo martes, llueve mucho y no tiene trabajo. Mira el pronóstico en la tele, donde un conductor con cara de albóndiga dice que el tiempo mejorará para el jueves. No le quedan demasiadas otras alternativas que esperar. Esperar recién hasta el jueves para vaciar el revolver sobre su estómago. Para morir más a lo Lisandro de la Torre.




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